En ruta

Y hablábamos de velocidades, de ritmos, de rutinas, de vida.
La cotideaneidad que a algunos completa y a otros vacía. Algo así como la vida de los otros, desde nosotros.
Y lo que se ve gris, tal vez sea multicolor y se trate de un libre vivir, que nos dejaría ávidos e impacientes, y sin embargo es el todo.
Mi todo visto de afuera puede parecer vacío, o desde la pausa de otros puede estar muy pleno. ¡Llenar las horas!
La fantasía, la subjetividad, y lo parcial distan tanto de la realidad, lo objetivo, lo total.
Y algunos tienen claro su todo, su objetivo, y se proyectan en años y futuros iguales, sin que tal vez ninguno se atreva a romper el molde.
Y lo previsible me atormenta y sin embargo el barco sin timón fue mucho.
Y mi transcurrir puede parecer monótono y el tuyo puede marearme, intimidarme.
Y paisajes, rostros y escenas de pausa ...
Lentitud y el disfrutar de las pequeñas cosas, que en el cemento nos es tan lejano.
Y vivimos alertados, atentos. Y cuánto cuesta detenernos, estar sin hacer...
Y que lindo que fue, cuando esta misma ruta nos llevaba a nuestra primera casa.
Cuando este atardecer detrás de estos mismos árboles lo era todo. Esa necesidad de eternizar instantes ...
Y lo incierto de aquel futuro, y nos quedábamos cortos...
Y era perenne al instante, a toda nuestra suma de instantes. Hay naturalezas que necesitan más, y jamás lo juzgaría, es tu esencia, tu inestable constancia, tu búsqueda, el límite, la saciedad.
Y hoy tu todo es tan chiquito, y te conformas con un futuro a medias tintas.
Y tal vez tu casa, tu perro, tu parrilla, tu acto escolar, me aterren.
Creo que somos tan ego, tan yo, tan nosotros. Que sólo ese banco de plaza tiene peso y trasciende cuando ahí dejamos huella. Esa plaza que para mis es una plaza y que ni siquiera me llevo en las retinas, ni en el recuerdo.
Lo que para mi es esa esquina entre Melo y Las Heras, y para vos la nada. Nada.
O Anchorena y Beruti, aquel domingo gris tan tan segura de mí y que sin embargo me sentía quebrar por los otros. Los de siempre.
Y te encontré a vos, nada menos que a vos, y estuvimos ahí.
Si, porque las calles hablan, me hablan.
Y Melo me dijo tantas cosas y también calló y atestiguó otras tantas. Y mirando a la Bourgogne estaba nuestra casa, y hoy seis años más tarde ya no duele ni daña.
Y Arenales 9 y 10, al que me juré volver.
Y Medrano donde era todo tan nada que tu todo era tanto.
Pero ese noviembre fue ahí y como vale la pena estar vivo para verlo. Si la certeza nos abarcase, si no hubiera dudas de que lo insólito y lo muy deseado siempre llega. Aunque sea para demostrarnos lo contrario.
Y si, creo que se trata de eso, de haber dejado huella. Y esta calle que hoy veo desde arriba es una en millones, y tal vez ahí naciste, o era la cuadra que transitabas en días de escuela.
Y no se si alguien habrá vivido algo tan fuerte en Tres Arroyos, que abandonó lo fantasmal para convertirse en trazo imborrable.
Y mi árbol en Quila Quina seguramente es un árbol para casi todos. Aunque tampoco tendré el ego de creerme única e irrepetible en mis elecciones.
Y cuanto más importante pudo ser de hecho, el rastro de ese otro. El significado que ignoramos.
Y me derivo y pienso que tan nuestro es ese otro que sentimos como propio. Que tan de otros seremos nosotros ...