Creo que nos subestimaron demasiado tiempo.
O creyeron que les creímos.
Hay silencios y silencios. Pero hay silencios que son demasiado parecidos a la estupidez.
C.R.
Me zambullí en el sentimiento incipiente que busqué eludir, que hoy perfora, dobla, tuerce; retuerce. Ahoga. Quita las ganas y las migajas de fe.
Fue por enésima vez. Fue figurita repetida. Fue mi deseo la noche del ocaso. No, no se cumplen...
Pedí verte. Rogué por el diálogo final, o las meras noticias de vos. Supliqué un descanso, una pausa que renovase las fuerzas. Paisito, me fallaste. Se acabaron las sorpresas, y en medio de predecibles: vacilo, ando, permanezco, sostengo, me levanto. Sin rumbo. Emerjo. Me hundo.
Tu ojos y tu voz; tus manos, justificaron el dolor. Lo salvaron.
Esto ya pasó. Esto ya fue. Fue una noche de lágrimas y escalofríos y la esperanza en el ruego. Ya me asfixié. Ya temí. Ya descreí y regresé del abismo. Ya dolió. El imprevisto; el azar más insospechado. Tu compañía; fue mentira.
Pero hoy no estabas, ni estuviste hace diez y hace veinte. A mí sí me hubieras tenido. A tu lado. Entre mimos y abrazos y dolores a medias. No escuchaste, no estuviste.
Una vez más ante el abismo incierto. Sola. Como de principio a fin. Como casi siempre, y sin embargo, tu ser todo se derrama en mí. Tus imágenes, las que tengo de vos, las letras; superpuestas. Lo vivido. Y me derrito y evaporo. Me contraigo y estremezco. Cruel.