Fechas y números cargados de simbología. Tenues sus sombras; innegable su poder y autonomía.
Los días veintisiete, han marcado fines. Finales sin camino prefijado, con curvas y desvíos inciertos, dispuestos al azar. Y estremece la distancia sin tiempo; el paréntesis del que todo ignoramos.
Escenarios y escenas que han dejado huella imborrable; senderos sin cauce.
Hoy no estás vos, que estuviste siempre y testigo fuiste de cada uno de mis actos, y razón de la mayoría de mis elecciones, circulares, sin espiral ...
Tampoco vos, que parecías el futuro; el día después que por fin llegaba.
Y este final imprevisto de una quietud de años. Esa mañana donde nada lo anticipó, excepto que se trataba de un veintisiete una vez más.
Que allá, donde todo es era naranja, el proyecto se postergaría. Que el presente está plagado de incógnitas y que tu tierra, Maestro, pareciera no invitarme.
Tantos lugares, gentes, situaciones, dijeron adiós, que cuesta vislumbrar hacia donde. Que la meta requiere de cuatro años, en medio de este aluvión enorme, que sobrevino a la ficción de una quietud estipulada, pactada.
Cedemos. Cedimos a anhelos, a la multiplicidad de rutas que en estos años pudiésemos haber transitado. Cedí mi sur, y un camino de a dos.
Cedemos a ser por si acaso.
El abanico se despliega, son pocas las pistas, mucha la cicatriz y escasa la utopía. Envuelve el vano, la incertitud, el dibujo de un ayer que arremete. Inmersos en un mañana que indefectiblemente será, aunque ignoremos los indicios. Si es que de verdad existen...
"A los que no cayeron en la trampa de un destino ordenado", decía Onetti, anticipando que años, muchos años más tarde, uno de dos entregaría el mañana al viento.
Los días veintisiete, han marcado fines. Finales sin camino prefijado, con curvas y desvíos inciertos, dispuestos al azar. Y estremece la distancia sin tiempo; el paréntesis del que todo ignoramos.
Escenarios y escenas que han dejado huella imborrable; senderos sin cauce.
Hoy no estás vos, que estuviste siempre y testigo fuiste de cada uno de mis actos, y razón de la mayoría de mis elecciones, circulares, sin espiral ...
Tampoco vos, que parecías el futuro; el día después que por fin llegaba.
Y este final imprevisto de una quietud de años. Esa mañana donde nada lo anticipó, excepto que se trataba de un veintisiete una vez más.
Que allá, donde todo es era naranja, el proyecto se postergaría. Que el presente está plagado de incógnitas y que tu tierra, Maestro, pareciera no invitarme.
Tantos lugares, gentes, situaciones, dijeron adiós, que cuesta vislumbrar hacia donde. Que la meta requiere de cuatro años, en medio de este aluvión enorme, que sobrevino a la ficción de una quietud estipulada, pactada.
Cedemos. Cedimos a anhelos, a la multiplicidad de rutas que en estos años pudiésemos haber transitado. Cedí mi sur, y un camino de a dos.
Cedemos a ser por si acaso.
El abanico se despliega, son pocas las pistas, mucha la cicatriz y escasa la utopía. Envuelve el vano, la incertitud, el dibujo de un ayer que arremete. Inmersos en un mañana que indefectiblemente será, aunque ignoremos los indicios. Si es que de verdad existen...
"A los que no cayeron en la trampa de un destino ordenado", decía Onetti, anticipando que años, muchos años más tarde, uno de dos entregaría el mañana al viento.