Medianoche. Algo me lleva hacia atrás, a leerme, leerlos, leerte y confirmar cuán impensado era un desenlace en silencio, cuando lo que nos unió fue la palabra; el ida y vuelta cotidiano que tal vez te acercó antes a vos, que a mí. ´
Sí, porque hoy reparo en un sentir del que no fui consciente en aquel entonces. Y yo, la que no se había dado cuenta aún de nada, soy quien permanece en el recuerdo vivo, de ese ayer donde tocó ser felices.
Y voy con este amor a todas partes, venciendo incertidumbres; caminamos, dejamos huella, abrimos nuevas puertas. Él y yo solos, sin vos. Prisioneros de este hoy que te invoca; testigos silenciosos.
Y ahoga la suma de días, meses, horas infinitas sin nosotros, que sumergen en una especie de abismo insondable con la secuencia de escenas, de ese ayer donde pudimos ser.
Perdoná la demanda, había sido tanta la espera, y de pronto encontrarte... No pude evitar la lucha; con esa fuerza absoluta que todo lo puede y que a nada le teme, cuando se ama.
Hay noches que no empiezan, cuando el azar elige detenerse en vos. Y recrea pasados que sé eternos. A pesar del descuido, de la crueldad de tu inercia, ante un futuro que por fin llegaba.
Perdón de veras. Perdón por tanto amor que salía de la piel, que dolía encerrado en el alma, que no temió, ni se privó de ser, cuando fue turno de tenernos... No sin lágrimas; presagio impertinente de este nudo que hoy cierra la garganta; de esta desazón en la mirada. El sinsabor. Un mundo que se desafía en el umbral...
Y vamos él y yo juntos, buscando pretextos; juntos en alguna tarde de sol, nos sentamos en la mesa de un bar; escribimos, buscamos evadirte, intentamos recuperar ese antes que era antes de ayer y de ahora; hemos visto nuevas caras, oído otras voces, afrontado imprevistos que desviaron la ruta; he transitado tus pasos sin vos, él y yo, te sentimos en cada instante, en aquellos atardeceres naranjas, en tantos entornos casuales, en muchas melodías, caminando tus calles, descifrando silencios, en lugares que no podrían desprenderse de lo que fue, y resisten a creer que ya no será.
Y voy con este amor a todas partes, venciendo incertidumbres; caminamos, dejamos huella, abrimos nuevas puertas. Él y yo solos, sin vos. Prisioneros de este hoy que te invoca; testigos silenciosos.
Y ahoga la suma de días, meses, horas infinitas sin nosotros, que sumergen en una especie de abismo insondable con la secuencia de escenas, de ese ayer donde pudimos ser.
Perdoná la demanda, había sido tanta la espera, y de pronto encontrarte... No pude evitar la lucha; con esa fuerza absoluta que todo lo puede y que a nada le teme, cuando se ama.
Hay noches que no empiezan, cuando el azar elige detenerse en vos. Y recrea pasados que sé eternos. A pesar del descuido, de la crueldad de tu inercia, ante un futuro que por fin llegaba.
Perdón de veras. Perdón por tanto amor que salía de la piel, que dolía encerrado en el alma, que no temió, ni se privó de ser, cuando fue turno de tenernos... No sin lágrimas; presagio impertinente de este nudo que hoy cierra la garganta; de esta desazón en la mirada. El sinsabor. Un mundo que se desafía en el umbral...
Y vamos él y yo juntos, buscando pretextos; juntos en alguna tarde de sol, nos sentamos en la mesa de un bar; escribimos, buscamos evadirte, intentamos recuperar ese antes que era antes de ayer y de ahora; hemos visto nuevas caras, oído otras voces, afrontado imprevistos que desviaron la ruta; he transitado tus pasos sin vos, él y yo, te sentimos en cada instante, en aquellos atardeceres naranjas, en tantos entornos casuales, en muchas melodías, caminando tus calles, descifrando silencios, en lugares que no podrían desprenderse de lo que fue, y resisten a creer que ya no será.