Son las siete de la
mañana. Como cada día desde hace un tiempo, suena un mensaje desde España.
Es Carlos. Cuesta creer que unas letras atraviesen el océano y provoquen un
sonido, aquí, allá...
Sería más sencillo poner
el despertador que no tengo, o la alarma del celular que no escucho. Entonces
llega ese mensaje de Zaragoza, que insiste, que sí me despierta.
Que ya no sé si pedí o me ofrecieron...
Creo que me lo ofrecieron
cuando me quejé. Sí, de quedarme dormida y casi no llegar a zambullirme en el
quinto subte que debo dejar pasar, para lograr subirme a uno, y llegar a las
nueve a Plaza de Mayo.
Antes de salir es ritual
el mate y el jugo de naranjas, y desde hace un tiempo el kriya casero:
las respiraciones cortas de cada mañana que inician el día. Retengo dos,
inspiro en cuatro, retengo en cuatro, exhalo en seis, que me enseñaron en
"El arte de vivir".
Los miércoles a la noche
nos encontramos para hacer el satsang todos juntos.
Llego a Plaza de
Mayo, camino por Perú, ya los artesanos acomodan sus objetos, a
la espera de la primera venta. Ellos también comienzan su semana. Son más
libres, ven el cielo. Elecciones de vida...
Doblo por Avenida
de Mayo. Es lunes. Elijo las flores. Si no son macetillas, son margaritas
de varios colores. Mi jefe quiere flores.
Pueden faltar muchas
cosas en el despacho, pero nunca las flores...
La dueña del puesto me
augura buena semana, y yo a ella.
En el ascensor está
Betty. Conoce de memoria los pisos a los que vamos.
Llego y miro el río,
hacia la otra orilla, hacia mi paisito del alma. Respiro bien profundo. Abro mi
libreta, buscando hacer el sentimiento letras. Suena Trumpet, Vivaldi,
Albinoni, Mozart...
Desde hace mucho, solo se
trata de estar. De estar para lo que haga falta. Hace tiempo que recurro a mi
imaginación para pasar las horas.
Enciendo mi ordenador.
Necesito saber quien está del otro lado.
Qué esperar. Qué sentir.
¿El cotidiano me deparará algo nuevo? Me lo pregunto desde la mesa de este
bar, Soraya, son las dos de la tarde, y una vez más me detengo un
par de horas en la previa a la terapia. Aquí inicio otros nuevos cinco días, a
pasar, a vivir, aunque no cese de preguntarme si seré capaz, si seré feliz, si
hay algo que pueda hacer para variar mi vida, o debo esperar que los cambios
vengan solos, agradeciendo este presente.
A veces me pregunto qué
pasaría si no estuvieran las flores...
1 comentarios:
Qué importantes son esas flores, tan concretas, tan definidas, tan mínimas aparentemente y que sin embargo pueden salvar un día. Me parece que esa sucesión de frases cortas, relación de acciones y encuentros sutiles, tiene un ritmo perfecto. Y la presencia del río y del otro lado es una constante visual y emocional admirable.
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