Amaneció más temprano que
de costumbre. Por la noche le había costado conciliar el sueño.
Hubiera querido llamarlo
al maestro, pero temía molestar.
El párroco la había
advertido simplemente: mantenerse en su eje. Ella a partir de ahora cargaría
con un doble pasado, y había que estar muy bien plantado para no desvariar. Le
aconsejó no seguir mucho tiempo más con ese juego.
Había vivido cuarenta y
tres años. Había perdido su padre a los diecisiete. En realidad mucho antes,
porque cuando ella nació, él ya era grande, y según su madre tenía poca
paciencia. Según ella misma, que era una pequeña, él no estaba bien de salud.
Desde chica lo vio tomar
toda clase de medicinas, y siempre temió por su vida.
Un día, a los tres años,
decidió controlarle la respiración mientras dormía, y le pareció advertir que
ésta se había detenido.
Pensó, "si está
muerto lo escondo en el placard. No quiero la lástima de nadie".
Cuando sus padres se
separaron, ella tenía solo seis años, y se dijo "ahora será solo mío".
Un poco también lo que sintió cuando falleció a sus diecisiete.
El divorcio había durado
siete años. Fue de lo más conflictivo.
Se le mezclaban todas
estas emociones. Su padre, el que conocería esa misma tarde, gracias al
maestro, nada sabía de esto.
¿Y si había algún modo de
evitarlo? ¿De ayudarlo?
Tal vez su viaje en el
tiempo tenía algún otro sentido que ella aún no había descubierto.
Por lo que él anticipó
telefónicamente había un bebé en camino, y estaban buscando vivienda por la
zona.
Claro, sería finalmente
la de la calle Arenales y Suipacha, donde
ella nacería. La casa que tanto amó. La que abandonaría a los doce años y a la
que siempre soñó volver.
Pensó en Jorgito. Su
hermano del alma.
No le había contado al
maestro de él.
Lo había perdido en 2008,
"debajo de un tren". A los cuarenta y dos años había decidido
quitarse la vida...
Jorgito nunca había
llegado a conocerlo. María Gracia, su madre, le presentó otro padre que ni siquiera
lo crió. Lo criaron sus abuelos.
Era cinco años mayor que
ella. Había nacido en el sesenta y seis. ¡Jorgito ya vivía!
Pasó engañado dieciocho
años de su vida, hasta saber que él también era hijo de Salcedo.
Quizás pudieran preguntarle
de modo casual, si era su primer hijo el que esperaba.
Quizás mencionarle Luján,
para ver su reacción, que fue donde Jorge vivió toda su vida...
Lo conversaría con el
maestro, juntos debían organizar la charla, y nadie mejor que él para ayudarla.
2 comentarios:
Ya vivía!!! jajjaa
Para mi, ese "buscar el sentido del viaje", sobre todo cuando hablamos de los viajes en el tiempo, supone la clave, el imperativo, la necesidad oculta. Hay mucho sentimiento en todo esto que escribes, Rossina, me asombra, creo que es muy hermoso.
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