20 de abril de 2012

Desentramados


Tu ausencia no deja rastro. No estás. No estamos. Los días y las noches trajeron este hoy, colmado de incertitud; camino de huella prefijada. El mundo en automático; digitado, intruso y hostil. Mera supervivencia. Ahínco de fortaleza.
El pesar se esconde; no vacila. Convivimos. 
No pienso en días distintos, ni en la sorpresa ni en el hallazgo sorpresivo, que devuelva vida al paréntesis. A esta suerte de pausa que arremetió y venció. Intervalo en movimiento; limitados.
Cuesta creer en los ayeres de futuros que no fueron. Cuesta cada instante; el cotidiano. Se suman los esfuerzos por salir ilesos, por no cavilar ni detenerse. Se espanta el placer y huye. 
Suma de almanaques, de deseos inconclusos, de esperas. Confiados en la tregua...
Bastará un mañana lícito y pleno. Que este devenir tenga un motivo.
Y sin embargo, vacilo ante los mañanas. Subyace el ruego. No hay temor. Hay desconcierto.
Presencias. Llegadas y partidas.
Quiero aquel ayer donde tu mano tomó la mía, donde juntos confiamos. Nos habíamos encontrado después de tanto. Vana espera que colmó los años y las pausas; la adversidad.
Si fue ahora y no antes. Antes de ayer, antes de nada. 
Vigilo impaciente. Voraz de imprevistos que traigan la llave, que expliquen el desvío.
Hoy nadie lo percibe ya. Como aquella mesa en un bar de un club de tenis, como los testigos que me observaron al revés, la mañana que amanecimos juntos, después de décadas de desencuentros. De horas impares.
Tu huella vive en mí. Desapego. Designios...
Que haya un por qué, un por algo. 
Soy esta que hoy no se detiene. Que me ampara. 
Apremia la prontitud. 
Que haya ganas, certeza;  fuerzas. Que el azar, y el asombro no se estacionen; desalmados.

7 de abril de 2012

Entrañable


... Quién era aquella otra antes de vos, cuál era mi vida donde no estabas; cuando no brotaban estas lágrimas tuyas, y poco importaba si existían él, ella, o ambos, porque simplemente no eras, porque nada había querido el encuentro.
Por qué razón jamás supe de vos, por qué tocó que fuese ese día y no otro, y que fuese ahí y no en otra parte, y no antes; antes de él, antes de los adioses y la muerte; cuando los kilómetros de empedrados buscaban enterrarlo, clamando una respuesta; cuando no existía nada. Cuando todo fue nada.
Que me querés, que te angustia casi todo, incluso yo; yo que pienso en tu cotidiano, y no me lo creo, porque ... sos también vos cuando estás conmigo. Que existas explica todo lo pasado,  lo sufrido;  lo perdido.
El último otoño, no lo hubiese anticipado, eso, esto; que hoy significarías tanto. Esto que desplazó el sentimiento arraigado, que vos sí, vos sí podías volver ceniza todo aquello. Que vivo en los abrazos, por el aroma y el sabor de los días compartidos, por todo lo pendiente. 
Y este querer que desfallece, que hace que estés conmigo a pesar de las geografías; que me habites a cada instante. Que juntos no de miedo, que con vos nada más haga falta. 
Y no, la pena no. Eso no. Ni tampoco la compasión de los que se dan cuenta, y seguramente te reclaman, te piden que no me dañes, que ya fue mucho, que no sumes pesares. Aunque no sea así, aunque saber de vos vuelva nítidos los colores y los días, las ganas y la fe, y ya no importen el desamor ni el destrato, ya no, porque este era el premio. Habría recompensa. Eras el por qué. 
No sé si ignoras que esto pasa. Si imaginarás como se comprimieron todos mis adentros. Si sabés que te perdono, y te espero, y que estoy aunque te lo niegue, porque no podés; no, no es justo hacernos esto...
Que la angustia, y la verguenza, que la culpa, ya lo sé. Lo sé todo. Mucho más. Te quiero como sos. Impensable...
Así; tu ser todo...

 
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