25 de marzo de 2011

Heridas

Absurdo testigo ausente
Compraste una
muerte anticipada
Sabiduría ciega
Profecías inimputables
Espectador de actos
---------------------ajenos
Tu imagen irreal
----sssssese se desdibuja
------------- ------ vacía
-------------------- ligera
-------------------- casual
Mi error
-------- tu certeza.
Mi entrega
-----------tu descuido
Comunión
Distancia
Frío

20 de marzo de 2011

Noviembre 2010

Creo que llegaste en el peor momento del año. Llevábamos tres sin vernos y tanta vida en el intento...
Hubiese renunciado antes de tiempo, si en aquel momento cuando te fuiste, hubiera sabido todo lo que sin vos iba a tener que afrontar.
Me acuerdo que era octubre. Yo venía de festejar mi cumpleaños, el último aunque lo ignorase, en el que estaría brothercito. Vos habías viajado a Paría por aquella entrevista de trabajo; cuando a tu regreso me comunicaste que lo habías logrado, y que te quedaban diez días en Buenos Aires para armar tu mudanza. Costó creerlo.

Una vez más, "amigo, extranjero, compañero de deporte y partner de cine", dejaba el país. Demasiada figurita repetida. Parecía un hechizo. Suma de ausencias impensables. De esas que creemos imposibles de sobrevivir.

Sin embargo le pusiste mucha alegría brasilera. Y por una vez en la vida logré apartar el tango. Era tanto lo que ironizabas con tu partida, que alcanzabas el punto de que uno desease, que te fueras ya. No habían pasado ni seis meses, cuando una tarde de abril, me animé a contarte que él ya no estaba, que se había ido para siempre y de la peor manera. Que era él quien había decidido su ultimo ocaso.

Creo que la primera vez que lo lloré fue con vos. Tu hermano no, gritabas, y ahí lograste que me quebrara. Era mi hermano.

Tu suma del 1 + 1 = 2 y no 3, para explicar el por qué no de mi relación nociva con Gabriel. O el amor que Claudio sentiría "quizás" por mí, y que vos no podías medir. Pero los hechos sí. Esos sí podías. Los actos. Y brillaban por su ausencia.

Recuerdo que en un momento dado decretaste que ya era tiempo. Tiempo de basta, de ponerle punto final al sufrimiento. Eso incluía el regreso de Claudio a Bariloche, ya que a mí no me correspondía, ni era nada justo que en pleno duelo del dolor, me siguiese haciendo cargo de alguien, que sólo acudía a mí en sus tiempos malos.

Pero como te decía, llegaste en el peor momento, en el de la pausa. El del letargo, esa especie de plancha forzada que sobrevino después de agosto. Porque fue la segunda muerte en dos años. La segunda persona que más me importaba en este mundo, y sin embargo. Tal cual él mismo lo anticipó "sería muy feliz desde la primer noche del otoño". Aunque él ya no estuviese...

Un mundo de letras y papel. Cambios imprevistos, impensados. Vos. Por fin vos. Todo fue de verdad y sin embargo, hoy tan lejano.

Nos habíamos contado tanto, que de a ratos sobraba el tiempo. Todo gracias a los ciberespacios, porque más de mil días nos separaban de aquella esquina de Charcas y Julián Alvarez, donde nos dimos un gran abrazo y un cortito chau.

Y la plancha ahora era de a dos. Tus horas infinitas. Las mías. Nadie esperando en Francia, que volvió a ser tu país. Nada ni nadie. Regresarías a lo que habías dejado, una puerta cerrada que nuevamente abrirías solo, y con un futuro incierto.

Un porvenir que de a ratos pareciera carecer de azar, de curvas, de desvíos.

Un intervalo en el tiempo que no cesa.

Y sé de tu sensación de no estar invitado a un mundo de fiesta. A ninguna parte.

Y me quedo sin palabras, no se me ocurre que decirte. Como hacer para que tengas ganas de. De algo. Para que vuelvas a confiar. Que recuperes esa chispa que te convierte en esa personita tan distinta.

Porque, ¿te acordás que cuando seamos viejos, seguramente nos arrepentiremos de habernos quejado y sufrido por tanta nimiedad? Cuando entonces sí no haya tiempo y recordemos que todo estaba por hacerse, por darse.

Ayer cuando supe lo de Flor, pensé también en vos. En vos que esta vez por tu propia decisión decidiste apartarte. Aislarte. Cuando sin embargo, la tarde del 24 de diciembre me despedías en esa parada de autobus, como si después fueses a estar.

Pero al otro día, cuando regresé a casa, me di cuenta de que no. Una vez más ya no vendrías a tomar tu café en tu tazota borgeana, o a tirar la puerta a golpes para que te acompañe a hacer deporte a Palermo, o a preguntarme miles de veces ¿como estás?

Ya no charlaríamos en francés en el bar del lector. Ni ironizarías con mi casa de enfrente. Sí, la del café literario de la calle Las Heras.

Sin embargo me aseguraste que el 2011 sería nuestro año y ni siquiera ahora aceptás objeción. Recién comienza, contestás.

13 de marzo de 2011

De azares y desvíos

Nada indicaba el fin. Nada.
Sí hubo besos, un demorado perdón. Tal vez una manera de amor. Una almohada compartida. Un desayuno cotidiano. Sin protocolos, sin disfraz, como desde siempre.
Ella no supo ver. A pesar de que por primera vez descubría a esos testigos, que bautizó al revés. Aquellos edificios, que en la manzana de su infancia miraban de frente.
Sin saberlo habían sido vecinos desde siempre. Desde que ella iría seguramente a la escuela primaria y él anduviese ya por alguno de los múltiples destinos que abarcaron su carrera.
Hubo renuncias que más tarde se tornarían irremediables. Espacios cedidos. No supo ver. No quiso acaso. Burlas del destino.
Siempre fueron tres. Desde el primer día, cuando lo imprevisible suscitó presentes, que decidió vivir.
Paréntesis que la hizo sentir viva, capaz de generar destinos, futuros distintos. Sin culpa.
El lo ignoraba, aunque el ser humano estuviese basado en la libertad. Ignoraba, que no sin lágrimas, encontraría otros brazos que sabrían protegerla del temporal. De tanta incertitud.
Que fue él quien tal vez pudo acompañar, tocar, sanar, esos rinconcitos reservados a los amores de siempre. Los lacrados, los de toda la vida.
Fue tal vez un encuentro atemporal. Un reencuentro. Una deuda de otro tiempo. Un amor tardío.
Sortearon obstáculos. Miradas. La propia y la ajena. Una pausa de a dos con rumbos inesperados.
Un océano expectante podría haberlos unido o separado para siempre.

-¿Me epstraniaste?
-¿Sí!, y vos? Cada día te tengo más cariño, afecto y mucho más.
-Quiero saber del mucho más.
-Que te estoy queriendo demasiado y te vas a ir.
Que como te quiero también deseo que tomes la mejor decisión, que quemes todas tus naves antes de definirte por la Patagonia. Aunque, nunca te ví tan felíz como en tu Sur...

Que su sueño era la Ciudad Vieja lo supo desde el inicio, desde aquella noche que solos y rodeados de desconocidos el destino azarozamente los unió, sin reparos, sin los "no por si acaso". Entre letras manuscritas en un libro de Lugones y Guiraldes, entre hacedores, enigmas del tiempo, tigres, espejos y laberintos.
Que esa habitación no existía, que ella no la había visto, el nombre de una mujer lo delataba, dolía una mujer en todo el cuerpo.

Que se extrañan. Sí, seguramente. Que ya no es el orgullo, sí quizás el temor, el miedo al olvido.

-¿Cuándo fue que me dejaste de querer?
-Nunca. En realidad te avisé que te estaba queriendo demasiado. Intenté empezar a irme sin que te quedasen dudas de que estabas haciendo lo mejor para vos. Me sentía responsable ya de algunas decisiones. De mucho.
-Pensé que ya no estaba bueno que te vieran conmigo.
-Nada de eso.
-Nunca te agradecí que no eligieras "las comedias" y nos mostrasemos ante todos desde el primer día. Me dio miedo. Costó. Siempre tan dependiente del otro. No sé... pero nunca te lo agradecí.

Una ruta muy gris desde Tigre invitaría a aquella primer tarde compartida. A ese volver a ser de a dos.

-Aunque no lo creas, ese sillón, o el cuaderno que me quitaste de las manos cuando corregíamos los escritos, no los voy a olvidar nunca.
Detrás de cada broma, de las peleas inventadas, comenzaba a existir una necesidad de nosotros, que estaba queriendo ser, que ni yo pude ver.
-No entiendo por qué no lo vivimos...
-¿Te acordás que te perdoné? Tenía montones de discursos preparados. Palabras que en esos meses ahogaron.
-Lo sé. Estuve pésimo.
-Que las parejas no eran para siempre. Que era error de hombres y mujeres considerarlo así. Que había que admitir distracciones. El mantener seducido a la otra persona, y toda tu tesis...
Lloré mucho. La mañana te la adjudicaste. No tuve fuerzas para salir de casa. No te hubiera perdonado no estar en Proa, ese domingo por la tarde, con mi Levrero luminoso.
Sabés, a pesar de los meses que pasaron, de la distancia que evidentemente decidiste tomar, me duele. Incoherentemente compartiste conmigo mi mejor momento. Lo que toda la vida soñé. No sé por qué lo hice así. No sé por qué no lo evité...
Lo quería tanto, y desde hacía mucho tiempo.
Sí, que me encantaría tener noticias tuyas. Saber de vos. De tu última hazaña, la cortazariana. Ah, sabés una cosa, tu música no sólo se dejaba escuchar, me encantaba.
Siempre te dije que no olvido nunca, pero perdono demasiado. Y estás cerquita. Acá. En mi recuerdo y en mi presente. Porque es hoy que decidí contarte como fue nuestra historia. Esa que termina con un beso, en una mañana de sol en Palermo, cuando empezabas uno de los lunes más lindos, por todo lo que ya habíamos compartido a esa hora del día. Cuando los pájaros, esos que en primavera empiezan a cantar a las cinco, nos despertaron abrazados.

6 de marzo de 2011

Brívidos

Sí fuimos de verdad
o piadosa pausa
por horas, días, meses
La distancia anidaba en el pecho
Finitos
sin un mañana que justificase tanto ayer
..........................................................muerto de pena
de pérdidas, de olvido
Cosmos infinito
de certezas despiadadas
Eternidades sin razón
Nos perdimos en el azar venturoso
.......................................................en el desvío.

 
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