7 de febrero de 2018

Cotidianidades



Tengo mucho sueño, solo quiero dormir o escribir. Mi trabajo me abruma. La nada. El tener que inventar todo el tiempo qué hacer.
Ayer escribí sobre mi encuentro con Galeano, en el Bacacay, estando yo con Fio. Creo que para mí el Bacacay siempre representará eso; fue una noche que permanecerá para siempre en el recuerdo. Eso y la croissants gigantes que nos trajeron cuando desayunábamos con Luciana antes del almuerzo en el Club Uruguay. Escribiendo ambas en nuestros cuadernitos de viaje, cuando todo parecía una despedida. Ella volvía a optar por su país y yo por vos, mi paisito encantado.
Ya hace tres semanas del viaje, de los nervios y la ansiedad "sin que se note". Esa era la misiva.
No podía permitirme que una vez más se me acusase con mi propio malestar, con la "autoprofecía cumplida". No estaba dispuesta a oírlo ni una sola vez.
El tiempo se completó, que es a lo que más le temo. A las horas vacías, a los segundos infinitos y al terror, porque no es temor, si estoy sola, y también si escasea el tiempo... Es muy ambiguo.
Y me llegué hasta tu morada, maestro Benedetti. Me costó encontrarte. Pero fui, volví, y volví a ir, hasta que obtuve el dato correcto.
Ya no es más el Buceo, ahora se trata del Central.
Cuánto misterio nos rodea...
¿Te llegarán nuestras emociones? ¿Tu mesa sabrá que fue tuya? ¿Tu ventana? ¿Tus libros?.
¿Michelini y 18?. Dicen que de ahí a la Independencia te solían ver seguido desde que ella partió. Y tu rutina era a las doce, ocupar la misma mesa en el San Rafael, y escribir. Qué solo te habrás sentido, habiendo compartido la vida desde que andaban en triciclo...
Gracias por tanto. Gracias porque aún me queda mucho por descubrir y descubrirte.
Y me pregunto por esos tres años después de tantos compartidos.
De lo dolorosos que me dijo Ángel que fueron.
Pero llegué y estuve. Y te llevé liriums porque liliums naranjas no encontré, también te dejé una pequeña carta, donde ante todo pido no interrumpir tu actual estado, pero que si aún nos vieses, si aún estuvieses cerca de este plano, te acuerdes. Te acuerdes de lo que te digo, que ya ni yo recuerdo.
La escribí en el momento envuelta en la magia del lugar, mirando tu placa con el fragmento de tu poema. Y también me quedé sola y pude hacer. Como antes, como hasta hace un tiempo. Cuando te pedía que intercedas para que tu tierra fuese la mía, y te pedía por el amor sincero, de quien yo creía era mi alma par.
Cuando no había miedo al miedo, al futuro, al instante mismo.
¿Me escucharás maestro? tu ciudad no fue la mía, pero la sigo amando como si tal, y quiero volver siempre, sin bastones, sin súplica de compañía. Como era antes, maestro, como debió seguir siendo aún.

 
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