Nos despedimos de Fani.
Él le dejó un encargo para madre: no decirle nada de la visita que
había recibido, y advertirla de que pasaría la noche en Adrogué.
Caminaron hasta la Plaza San Martín, la cruzaron en
diagonal, tal cual las indicaciones de ella, y llegaron hasta el Palacio
San Martín. Desde ahí, intentaron tomar la calle Arenales, pero
una línea de terrenos y obras en construcción ocupaban las calles.
Tampoco estaba la Avenida 9 de Julio, que era la esquina
de su departamento. Una gran cantidad de edificios impedía que fuese de doble
circulación.
No fue fácil conseguir un auto.
Él había sido de la idea de pedirlo desde el departamento de Maipú,
y no estaba tan errado.
Se rió cuando ella le contó que tenía un teléfono portátil, con el
que supuestamente lograría comunicarse con una remisería.
No tenía tono.
Una vez más, él y sus aciertos.
-Escúcheme. Volvamos al departamento y por el timbre le pedimos a
Fani que solicite un coche. No tardarán. Me conocen. Conocen el camino.
Lejos de estar asustada, estaba cada vez más entusiasmada con
lo que ocurría. Aunque en verdad no llegase a tomar conciencia de la gravedad
de la situación.
¿Si aún no había nacido, qué haría con su vida transcurrida hasta
entonces?
-Maestro, si yo no nací, podría intentar buscar a mi padre al
menos. Él es muy famoso, y contarle quién soy. Quién seré.
-No me parece una buena idea. No todos están capacitados para
comprender.
Ahora encarguémonos de este presente ¿No es acaso lo que quería?,
¿permanecer aún en agosto de 1970, antes de su nacimiento?
-Sí, es verdad. Pero temo no poder regresar.
-Regresará. Estamos todos en un mismo plano. Solo se trata de
saber ver.
-Eso mismo me dijo mi padre en un sueño, después de muerto.
-Y bueno, hágale caso. ¿No debemos llevarnos muchos años su padre
y yo, verdad?
-Mi padre es del quince y usted del noventa y nueve.
-¿No hay nada que usted no sepa de mí?
Ya en el coche pude cerciorarme que el acertado era él. Solo
estaba el edificio Cavanagh y la iglesia del Santísimo
Sacrameto. El resto de las construcciones eran en su mayoría casas
bajas, de esas que yo adoraba fotografiar en San Telmo.
No me sorprendió que mi máquina de fotos tampoco funcionase.
Él me insistía en que faltaba un rollo de fotos, y yo le
explicaba que ya no eran necesarios.
Ambos se quedarían sin imágenes de un día tan particular.
Llegar a Adrogué tomó más de dos horas. Nos guiaba el aroma a eucaliptos.
Las arboledas y casas quintas eran maravillosas.
Se podía llegar también en tren, pero el viaje hubiera demorado
mucho más tiempo, y no contábamos con tantas horas de luz.
-¿Qué prefiere hacer primero? ¿Qué le muestre la pulpería donde me
inspiré para escribir "El Sur", o ir directamente a Las
Delicias?
-Creo que será mejor ir primero a la pulpería, y después ya sí,
tomar dos habitaciones en el hotel. ¿Fani las reservó?
-Sí, querida. Lo ha hecho.
Me emocionó ver que la pulpería se trataba de la misma. La que hoy
ocupa el restaurante Santa Rita.
Le conté la noche de mi cumpleaños número cuarenta y dos, con el
vino "El Aleph", la comida por pasos y el show de tango.
Brindamos con dos cañas de naranja, consintiendo mi capricho de homenajear el cuento "El Zahir".
Cuando quise invitarlo, no pude. El dinero parecía falso.
El hotel era maravilloso. Mucho más de lo que pude haber
imaginado.
Al llegar, él fue el primero en registrarse y se sorprendió de ver
que la tinta del libro de huéspedes estaba aún fresca, y contaba con nuestros nombres ya escritos.
Ambos nos miramos desconcertados, e intentamos disimular ante el
conserje del hotel.
-¿Necesitan algo?- preguntó. ¿Algo no estaba bien en las
habitaciones?
-No, no. Todo está en orden. Solo hemos querido recorrer el hotel
y tomar alguna copa.
-¿Gustarían pasar al jardín?
-Se lo voy a agradecer. La dama no conoce el hotel.
-Ya mismo les enviaré las copas de bienvenida.
Recorriendo el jardín, bebieron la segunda caña de naranja de la
noche, pero ahora eran ellos los sorprendidos.
Todavía ninguno de los dos se había atrevido a subir a las
habitaciones ya ocupadas.
Se despidieron en el hall de recepción y se desearon buenas
noches, augurando que todo haya sido un error.
Ella abrió la habitación dieciséis, muy segura. Contrariamente a
lo que había sentido en primera instancia, no tuvo temor.
Se vio a ella misma muy pequeña, ya dormida. Quiso corroborar no estar imaginándolo.
Tendría unos seis años. La misma edad en que empezó a leer al
maestro, pensó.
Tuvo la oportunidad de hablarle, de hablarse, sin que la niña se
despertase. Le contó lo esencial: la separación de sus padres que afrontaría en
poco tiempo, el amor de su vida que aún tardaría en llegar, la carrera que
quizás no debería elegir.
Después se arrepintió. Tal vez solo debía ser como había sido, o
quizás la línea del tiempo le permitiría regresar al pasado para poder cambiar
el futuro, y esa niña podría evitar los errores.
Se despertó abrazada a la pequeña con los primeros rayos de luz.
De pronto la imagen se desvaneció.
Tenía hambre. Bajé al desayunador. Todo era impecable, y no dejaba
de sorprenderme la amabilidad del personal.
Pronto bajó él.
-¿Estuvo cómoda?
-Muchísimo. Siéntese ¿Lo ayudo?
-¿Qué pasó en su habitación al ingresar? ¿Estaba ocupada?
-Una niña ocupaba la cama. Era yo misma a los seis años. He
conversado bastante con ella. Tenía muchos miedos.
-¿Se los ha quitado?
-No lo sé. Quizás olvide nuestra conversación y crea que fue un
sueño.
-Quizás no, quizás le sirva.
-¿Y usted, maestro?
-Yo no me sorprendí. Ocurrió lo que usted me dijo. El viejo Borges
intentaría suicidarse en el año 1983.
-¿Lo evitó, maestro?
-Sí. Lo convencí de que no morirá solo como usted me ha dicho, y
que todavía le quedan años felices por recorrer.
-Usted ha sido muy convincente.
-Me alegro muchísimo, maestro.
4 comentarios:
Alucino con tu cabeza.
Parece de verdad.
Todo.
Besos.
Grandes dialogos.
Concuerdo con TORO SALVEJE.
Rochis, eres una gran creadora, tu imaginación es una lampara de luz que no cesa en su recorrido por el tiempo....Mi felicitación y mi abrazo, amiga.
M.JESÚS
Comparto la opinión de mis antecesores.
Creo que ni tu misma sabes el potencial que tienes.
Las letras te adoran.
Besos
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