Los viajes no cesaron, ni de Bariloche a Buenos Aires, ni al revés. La relación continuó siempre a pesar de Juan Pablo o de los amores que pudieran surgir. Pero fue justamente su hijo, lo que impidió, que él regresase definitivamente a Buenos Aires, cuando se sintió preparado. El nene era su luz. Incluso ella notaba una gran diferencia entre lo que había sido Claudio papá de Sebas, y Claudio papá de Juampi.
Él se enfermó. Tenía tres arterias tapadas, situación que se hubiese solucionado con tres bypass. Sin embargo, eligió hacer lo mismo que hacía con sus pacientes, "medicina no invasiva", e inició una dieta "crudívoro vegetariana". Ella lo ayudó muchísimo, y muy a su pesar lo apoyó ante su negativa a operarse.
Cada vez que sonaba el teléfono, y era un número de Bariloche, le agarraban palpitaciones. Siempre temía alguien le pudiera informar lo peor.
Pasaron un hermoso verano juntos, hasta compartieron por primera vez una estadía en San Martín de los Andes. Siempre estaba el terror de que algo malo ocurriese.
Él se automedicaba. No se había puesto en manos de ningún colega. Nadie confiaba en su plan.
Sostenía que al eliminar las grasas, desaparecería también aquella retenida en las arterias. Y ella lo acompañó en su decisión, una vez más...
Un día inesperadamente volvió a llamar Viviana, pidiéndole por Claudio. Él quería estar con ella y la otra lo asumía. Tarde pero lo asumía.
Él viajó a Buenos Aires en el peor momento. Jorgito, el hermano mayor de ella, su alma par, se había quitado la vida cuarenta y ocho horas antes. Había "buscado un tren", supo decir la madre al teléfono.
Ella al inicio intentó ocultárselo. El estado de él era deplorable. Había perdido mucho peso a causa de la dieta impuesta y casi no se sostenía en pie. "Gastó todos sus ahorros en comprarles escopetas a los indios, para que defendiesen sus pozos de petróleo, y subió el cerro López con el auto destruido a escuchar Serú Girán y a mirar la luna". La policía no había sabido entender y le inyectaron una fuerte droga.
Ella no dormía pensando en él, en él y en su hermano. No le quedaban fuerzas. Sin embargo, se obligó a sacarlas de alguna parte, e intentó ayudarlo mientras pudo.
El cinco de mayo de 2008 se despidieron. Fecha que ella recordaría para siempre. Él le dijo "gracias, perdón y no me odies".
Él optó por volver al Sur, cerca de Juan Pablo. Para ella fue un gran alivio, a pesar del dolor... Precisaba hacer el duelo de su hermano.
No obstante, no pudo sola. Al mes la internaron con un pico de estrés, lugar donde permaneció más de veinte días forzosamente encerrada.
Los dos años siguientes se trató de sobrevivir, y no de vivir. No hallaba el rumbo. No le encontraba sentido a nada. Solo la calmaba la voz de Álvaro, a quien había conocido poco antes del caos, y la voz de Alejandro, el hermano de Claudio, desde Italia. Ambos eran su sostén.
Con Álvaro se conocieron leyéndose mutuamente, los dos escribían, y pronto había nacido el amor, pero una frontera los separaba...
Una tarde, desde la embajada donde continuaba trabajando, ella decidió volverlo a llamar. Por suerte él conservaba el mismo número de celular. La emoción lo quebró. No podía creer estar oyéndola de nuevo. Lloró durante toda la conversación. Ahí mismo supo que fue su misma madre la que lo había amenazado, para que no volviese nunca más a comunicarse con ella: "le había arruinado la vida", no había hecho más que repetirle. Y él accedió.
Con pocas charlas ella decidió viajar, viajar a pesar de su trabajo y de todo.
Ya no tenía sentido seguir separados. Quince años los unían a pesar de las distancias.
3 comentarios:
Increible tu imaginación y esa historia, que sigue adelante a pesar de todas las circunstancias...La vida es toda una sorpresa, que nos mantiene atentos. A veces la realidad supera a la imaginación...Mi felicitación y mi abrazo por esa constancia y entrega a las letras, Rochis.
M.Jesús
Ella me enternece.
Mucho.
Realmente fue el amor de su vida. Aunque le hizo sufrir hasta la saciedad.
Al final el amor siempre acaba provocando dolor.
Besos
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