Los años que siguieron estuvieron colmados de idas y regresos. Hubo otros amores, sí los hubo, pero la historia con él podía contra todo.
Él solo volvió a Buenos Aires a verla, un año más tarde y para ese entonces el trabajo de ella en una embajada, le impidió arriesgar de nuevo.
Había padecido bastante las búsquedas laborales. Y siempre extrañó la clínica que dejó por él.
Claudio venía, se quedaba alrededor de siete días, atendía pacientes, algunos de la primera etapa, cuando partieron a Bariloche, casi escapando, hacía cinco años atrás. Así fue... escapando. No había manera más clara de describirlo. Y vivían como un matrimonio. Un matrimonio de una o dos semanas al mes.
Ella quedó a cargo de la mudanza y de Guillermina. No había sido fácil, pero literalmente él se fugó de la ciudad y dejó todo en manos de ella. Nunca lo agradeció, y ni siquiera le reconoció el esfuerzo de hacer el traslado de cuatro departamentos sola. Todavía no había comenzado a vender las propiedades en pos de su visión tan altruista de la medicina.
Cuando ella viaja definitivamente a Bariloche, no fue bueno el recibimiento, ni fue lo que ella esperaba, y ahí supo que la supuesta casa de cinco ambientes con pileta que le otorgaba el hospital, no era más que un departamento de un ambiente sin muebles, y la mudanza de los muebles al Sur, no la hicieron nunca. Y así continuaron durante mucho tiempo, con un colchón inflable y pocos utensilios de cocina.
Ella se encargaba de estar en el departamento, donde ni siquiera se veía el paisaje, y las horas pasaban, esperándolo.
Cuando consiguió libros de Turismo prestados, él los destruyó. Imaginó que ella había estado hablando con algún hombre, o que pudiera haber hecho sus propios contactos.
Él era todo celos y egoísmo. La quería solo para él. No le concedía ningún tipo de libertad y ella lo aceptaba. Muy a su pesar, pero lo aceptaba. No sin dolor, pero lo aceptaba.
Para ese entonces, fue cuando ocurrió el coma diabético de su abuela, que la hizo regresar a Buenos Aires, contra la voluntad de él. Hasta que ante la insistencia, prácticamente la obligó a viajar. Se desentendió de ella hasta aquella Pascua donde la voz femenina respondió al teléfono.
Si ella no se hubiese ido, quizás la otra no hubiese aparecido jamás. Era voluntaria del hospital. Sumamente independiente. Con dos hijos de un matrimonio anterior y el vinculo con él lo tuvo en ausencia de ella.
Continuó transcurriendo el tiempo y los años y la relación no variaba. En el verano quizás ella alquilaba algún lugar en el Sur y vivían en un mes, lo que no podían compartir en un año, más allá de las idas mensuales de él a Buenos Aires. Pero no estaba dispuesta, o temía, arriesgar su trabajo y subirse nuevamente a ese barco sin timón, que había sido desde un comienzo su vida con él.
Ella llegó al límite de perdonar que él haya tenido un hijo con otra mujer.
Lo que ignoró hasta muchos años más tarde, incluso después de conocer a la criatura, era que ese hijo era de la otra, del ser que ella más odiaba, de Viviana. Lo descubrió leyendo un mail que él dejó abierto, donde Sebastián mandaba saludos a Vivi y a Juampi.
Fue ahí que no lo pudo soportar. Hasta ese entonces él le había llegado a decir que el hijo era de cualquiera, que solo había querido tener un bebé. No es que con ella hubiese dejado de intentarlo, sino que los vaivenes que tenían, a ella siempre le dieron temor.
Le negó rotundamente que fuese de Viviana. Se lo juró. Llegó a decir restando importancia "fue un vientre alquilado".
Era el año 2000. Ella acababa de regresar de un mes en Europa. Había ido a conocer una amiga con la que se escribían hacía tiempo. Isabelle no hizo más que intentar convencerla de que la historia era una inmensa locura. Que él era un gran manipulador. Juntas recorrieron Francia e Italia, y sellaron el pacto de volver a verse en no más de dos años.
2 comentarios:
Debería haberse quedado para siempre en Europa.
Y olvidar.
Besos.
Cada capítulo me genera la misma duda. ¿Hasta que punto lo que ella tenía era un miedo brutal confundido con sentimientos? La forma de actuar del tipo, por aquí se le llama malos tratos. Aunque sean intermitentes
Besos
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