Salió del bar con una excusa poco creíble. Ni recuerda cuál.
Al resto del mundo no le había ocurrido nada. Sin embargo toda su vida cambió en un instante.
Se había apartado para leer el mensaje, ante el aviso se le paralizó el corazón. Solo después supo por qué.
Le solían ocurrir estos presentimientos. Sobre todo cuando se trata de muertes.
Con solo tres años intuyó la de su madrina, a los diecisiete la de su papá y ahora, apenas oyó la señal, se le había entrecortado el aire.
Ahogada en llanto comenzó a caminar mientras contestaba.
-¿Quién sos?
-Vivi
-Esto sí que no lo voy a poder superar.
-No digas eso, el quería volverte a ver y bien. No le falles.
Continuó caminando sin rumbo hasta que decidió llamar a Carmen.
Le pasó un mensaje de texto a su tía que atinó a responder...
-¿Tu Claudio? ¡No!
Carmen la esperaba. Jamás recordará cómo fue que llegó. Qué le dijo al taxista. Estaba en shock.
Pasó todo el resto de la tarde y de la noche llorando. El mundo seguiría andando. ¿Cómo haría ella para seguir en él?
Para colmo de males, Carmen vivía con su madre con alzheimer, más las chicas que la cuidaban.
Lloró, sin embargo, como si no hubiera habido testigos.
A la mañana siguiente su amiga intentó amenazarla con llamar a su familia si no ponía un poco de voluntad en componerse.
-No entendés. El duelo de Jorge me duró dos años. Aún no he salido. De esta no salgo más.
-¿Qué querés hacer? - preguntó Carmen.
-Ir a la casa de mi hermano, en Luján.
No había vuelto desde que él todavía vivía. No conocía a su madre más que por teléfono.
A pesar de eso, ante la pregunta, supo de inmediato que necesitaba estar ahí.
Tampoco recuerda cómo llegaron. Solo la tarde con Graciana, y cómo logró despejar algo la mente.
Entre las dos supieron contenerla
Contrariamente a lo que pensaba, esa noche durmió. Durmió en su casa. En paz. Graciana le había regalado un rosario tejido por ella y un reloj de Jorgito.
Los días siguientes transcurrieron iguales.
Iba dando la noticia, y recibía la sorpresa del entorno.
Claudio ya no estaba. Se había ido en un km 5, al pie del Cerro Otto, muy lejos de ella. Esperándola.
¿Cómo sería vivir sin él? Siempre había estado, de uno u otro modo.
Comenzaron los mensajes y mails de Viviana. Quería saber cómo se encontraba. Parecía preocupada de verdad.
Evidentemente sabía por Claudio de los malos trances que había atravesado, y también sabía que él la estaba esperando.
Lo mismo le dijo la mamá de Sebas. "Al menos sabés que te quería a vos, se murió esperándote", fue la frase. "Me había contado que vendrías", le diría cinco meses más tarde cuando por fin ella se animó a viajar para visitar su tumba, y fijaron un encuentro.
Viviana le pasó las tres últimas fotos de Claudio. Se lo veía tan mal. Había recuperado todo el peso perdido, lo que denotaba la mala alimentación que había tenido en esos dos años lejos de ella. Nunca vio una mirada tan triste... Cuánto lloró con esas fotos.
Habían ocurrido muchas cosas en esos meses.
La principal fue que Claudio tuvo razón, "el primer día del otoño vas a estar bien", le había dicho en una de las conversaciones previas al viaje, y el veintiuno de marzo fue justamente el día que ella selló su amor con Álvaro.
2 comentarios:
Se murió esperándote...
Tres palabras que duelen como una puñalada.
Por muy bonitas que sean.
Besos.
Rochis, me emocionó tu historia, amiga...Tremendo ese recuerdo, que duele y queda anclado en el tiempo...Ella lo recordará siempre y lo sentirá cerca, seguro que si...Mi felicitación y mi abrazo grande por tu constancia y creatividad.
M.Jesús
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