22 de noviembre de 2014

Encuentros, Borges (parte VII)


Caminó Palermo, la Avenida Santa Fe. Notaba un ritmo distinto.
Por lo pronto se dio cuenta que ya no era doble mano.
Pasó por el cine teatro Gran Splendid, recordó que en su época estaría convertido en una importante librería, con tardes de tango o jazz.
Soldría gustarle dedicarse a escribir en esos sillones. Pero aún era el viejo teatro.
Continuó marchando a pie. Era una delicia vivir la ciudad a esa velocidad.
Había teléfonos públicos, lo difícil fue encontrar alguno que funcionase y conseguir los cospeles. Sin embargo lo logró y no se sintió sorprendida de oír la voz de Fani del otro lado.

-¿Cómo está?
-Muy bien, Fani. Quería saber si se encontraba el maestro, o si molesto.
-No, en absoluto. No creo que pueda molestarle su llamado. Ha estado preocupado por usted, y su regreso a casa. Ya la comunico.
-Maestro.
-Querida ¿cómo está?
-Muy bien, maestro. He podido regresar a casa. No habían pasado dos días, y el párroco del Santísimo me tranquilizó muchísimo cuando me despedí de usted.
-¿Ah, sí? La iglesia aún sirve de algo...
¿Qué le ha dicho?
-En síntesis, que los deseos pueden convertirse en realidad. No sea malo, yo fui muy angustiada.
- Lo sabía. Por eso le agradezco este llamado.
-Maestro, ya sé que no fue de la idea, pero si paso a buscarlo, almorzamos en El Tortoni o donde usted prefiera...
-Prefiero La Ideal. Más tranquilo. Tengo el día libre.
-A propósito ¿cómo estuvo la conferencia de ayer?
-Nunca me gusta como hablo. Sin embargo la gente aplaude. Reproducen las charlas. Editan libros...
-Me hace reír, maestro. Paso a buscarlo, en media hora estaré ahí.
Me esperaba en la puerta apoyado en su bastón. Tenía un libro en la mano. Es para usted, me dijo. Tiene el cuento de la otra noche. Ese que a usted tanto le gusta, el del Hotel Las Delicias. Lo escribí en 1977.
-Pero, maestro, ¿si usted impidió el suicidio del viejo Borges hace dos días?
-Ya ve. Pueden no ser solo dos las líneas del tiempo.

Marchamos lentamente hacia La Ideal. Parecían conocerlo mucho. Nos dieron una mesa apartada y le sirvieron sin consultarle: pollo con arroz. Lo acompañé en el menú, pero pedí una copa de vino. El día que iba a vivir lo ameritaba.

-Maestro, quiero ver a mi padre. ¿Me ayudaría a encontrarlo? Puedo ser una amiga suya, una alumna...
-Sí, con eso no habría problema. Pero yo a él no lo conozco personalmente. ¿Con qué excusa debería buscarlo?
-El libro, maestro. El libro de las Obras Completas que en unos años presentarán.
-No es mala idea. En este país los proyectos se demoran mucho.
-¿Habrá que pedir una cita?
-Soy Borges, no creo. ¿Usted me la pidió a mí?
-Pero es que no sabemos cómo ni dónde ubicarlo.
-Está haciendo una tira en canal trece. Será cuestión de llamar.

Terminamos de almorzar, me preguntó si estaba segura de lo que iba a hacer, y nos dirigimos nuevamente a su casa.
Al llegar dejamos inmediatamente un mensaje en el canal.
El corazón se me salió del pecho cuando en menos de una hora el teléfono sonó, y Fani nos anunció que el señor Jorge Salcedo pedía hablar con el señor Jorge Luis Borges.

6 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Que creatividad. Te felicito por tu inspiración.

Mario Gómez dijo...

Yo no quiero tener demasiada imaginación, para qué, pero creo que el encuentro entre los dos, el primer cruce de miradas, tal vez el apretón de manos, será, en cierta manera, algo que tendrá que ver con la amistad instantánea, con el respeto, con la franqueza y con esas cosas que ya no solemos usar tan a menudo.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Vuela tu imaginación. Seguro que sigue encontrándose con las alas de Borges entre letras y nubes.
=)

Neogeminis Mónica Frau dijo...

p.d
espero tu foto para la tarjeta navideña de este año
=)

TORO SALVAJE dijo...

La magia no hace caso del tiempo.
Bien!!!

Mª Jesús Muñoz dijo...

Un relato conmovedor y bien hilvanado, Rochis...Muy ameno e interesante...Seguro que Borges encuentra al padre de la protagonista...Mi felicitación y mi abrazo inmenso por tu buen hacer.
M.Jesús

 
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