27 de noviembre de 2014

Encuentros, Borges (parte IX)

Amaneció más temprano que de costumbre. Por la noche le había costado conciliar el sueño.
Hubiera querido llamarlo al maestro, pero temía molestar.
El párroco la había advertido simplemente: mantenerse en su eje. Ella a partir de ahora cargaría con un doble pasado, y había que estar muy bien plantado para no desvariar. Le aconsejó no seguir mucho tiempo más con ese juego.
Había vivido cuarenta y tres años. Había perdido su padre a los diecisiete. En realidad mucho antes, porque cuando ella nació, él ya era grande, y según su madre tenía poca paciencia. Según ella misma, que era una pequeña, él no estaba bien de salud.
Desde chica lo vio tomar toda clase de medicinas, y siempre temió por su vida.
Un día, a los tres años, decidió controlarle la respiración mientras dormía, y le pareció advertir que ésta se había detenido.
Pensó, "si está muerto lo escondo en el placard. No quiero la lástima de nadie".
Cuando sus padres se separaron, ella tenía solo seis años, y se dijo "ahora será solo mío". Un poco también lo que sintió cuando falleció a sus diecisiete.
El divorcio había durado siete años. Fue de lo más conflictivo.
Se le mezclaban todas estas emociones. Su padre, el que conocería esa misma tarde, gracias al maestro, nada sabía de esto.
¿Y si había algún modo de evitarlo? ¿De ayudarlo?
Tal vez su viaje en el tiempo tenía algún otro sentido que ella aún no había descubierto.
Por lo que él anticipó telefónicamente había un bebé en camino, y estaban buscando vivienda por la zona.
Claro, sería finalmente la de la calle Arenales Suipacha, donde ella nacería. La casa que tanto amó. La que abandonaría a los doce años y a la que siempre soñó volver.
Pensó en Jorgito. Su hermano del alma.
No le había contado al maestro de él.
Lo había perdido en 2008, "debajo de un tren". A los cuarenta y dos años había decidido quitarse la vida...
Jorgito nunca había llegado a conocerlo. María Gracia, su madre, le presentó otro padre que ni siquiera lo crió. Lo criaron sus abuelos.
Era cinco años mayor que ella. Había nacido en el sesenta y seis. ¡Jorgito ya vivía!
Pasó engañado dieciocho años de su vida, hasta saber que él también era hijo de Salcedo.
Quizás pudieran preguntarle de modo casual, si era su primer hijo el que esperaba. 
Quizás mencionarle Luján, para ver su reacción, que fue donde Jorge vivió toda su vida...

Lo conversaría con el maestro, juntos debían organizar la charla, y nadie mejor que él para ayudarla.

2 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Ya vivía!!! jajjaa

Mario Gómez dijo...

Para mi, ese "buscar el sentido del viaje", sobre todo cuando hablamos de los viajes en el tiempo, supone la clave, el imperativo, la necesidad oculta. Hay mucho sentimiento en todo esto que escribes, Rossina, me asombra, creo que es muy hermoso.

 
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