Él entró en la Librería de la Ciudad donde tenía
una cita para firmar libros, y yo entré detrás. Un no reducido grupo aguardaba.
Se negaba a autografiarles los tres primeros: "El idioma de
los argentinos", "El tamaño de mi esperanza" e
"Inquisisiones", y a pesar de la ceguera lograba distinguirlos
entre los otros sin vacilar.
Me acomodé a su lado. Pronto reparó en mi presencia.
-¿Todavía no la aburrí? - me dijo desafiante.
-En absoluto.
-¿Y yo a usted?
-Entonces siéntese y ayúdeme con los libros, ¡sepáreme esos que
insisten en que yo he escrito! Es un gran esfuerzo para mí diferenciarlos. Pero
me niego a firmarlos porque ya no son más míos, y los siguen editando.
-¿Siempre viene aquí, Maestro? Esto parece un ritual.
-Los dueños me conocen. Ya ve, vivo enfrente. Se acercan, me
piden la firma y se van. Les debo dar miedo. Son pocos los que se atreven a
hablarme.
-¿Cómo yo?
-Usted es una osada, usted vino a buscarme y tocó el timbre
de mi propia casa.
-Es que para mí ya era de otro. Toqué el timbre para ver si me
dejaban visitar el departamento, pero no usted, los que lo habitasen hoy.
Siempre digo que los lugares me hablan... Recuerde que para mí estamos en 2014
y para usted en 1970.
Hice lo mismo con la casa de Mario Levrero en Uruguay,
perdón, en la Banda Oriental...
-Bien dicho - Y me estrechó la mano.
-¿Lo llegó a conocer? - le pregunté con curiosidad.
-No.
-Fue más bien famoso después de su muerte en 2004. Hoy sus libros
son un éxito. Creo que hubiesen simpatizado. Él lo admiraba mucho.
-Dígame, y usted dónde piensa ir. Aún no ha nacido. Su padre,
el que dice que leerá mis poemas en no sé qué teatro, todavía no sabe de
usted ¿Dónde pasará la noche? - interrumpió con seriedad, apoyándose en su
bastón.
-Puedo ir al Hotel Las Delicias - le dije con
cierta picardía.
-Claro. Sería su única oportunidad. ¿Cuándo dijo que lo demolerán?
-No lo recuerdo exactamente, pero usted aún va a estar vivo.
-¿Y usted maestro, qué piensa hacer?
-Pues acompañarla, si usted gusta. Tengo siempre reservada la
habitación diecinueve, y aprovechar para escribir ese cuento donde dice que
narro mi suicidio en el año ochenta y tres. ¿Usted me ayudaría?
-Por supuesto que sí.
-Podría ya mismo pedirle a Fani que haga una reserva también para usted. De paso sube, conoce la casa y a Beppo. Madre está en casa de Norah.
-Podría ya mismo pedirle a Fani que haga una reserva también para usted. De paso sube, conoce la casa y a Beppo. Madre está en casa de Norah.
-Pero maestro, ¿ellos me verían?
-Buena pregunta
-Ahí sabremos cuál de los dos tiene razón. Si usted con sus
catorce años entrado el segundo milenio, o yo transitando el año setenta ¿No le
da miedo?
-No todavía. Seré más libre aún. ¿Cree que soy libre?
-Sí, de veras que lo es.
-Gracias, Maestro.
5 comentarios:
sigue sumamente interesante el encuentro ficticio. Habrá que ver en qué realidad se continúa la historia y en qué punto cada quien continúa solo en su linea de tiempo.
=)
Me gusta el dialogo con el erudito en demiurgos.
Me parece igual de genial que el anterior. La fluidez con que escribes el diálogo te lleva como si el lector lo estuviese viendo en realidad.
Besos
Será que en otra vida ocurrirá?
Besos.
Estoy convencido de que con Mario se habría llevado bien, ambos tenían cierta predilección por los laberintos. Y creo que a mi me hubiera dado miedo tocar el timbre.
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