"A Rossina le molestan más las esperas que la no compañía", supo decir en aquella sesión.
Y fue así que descubrimos que tenía que volver. Descubrí.
La pausa no era más que un espantosísimo letargo de espera, que no conducía a ninguna parte.
Y volví, con todos los miedos juntos pero volví, y ya pasó un calendario completo, y el reto es diario.
Lo descubrimos después de mi tarde con él. Al que debía esperar para el festival de poesía. Y el tiempo, por error, decidí hacerlo en casa. Solo esperando el momento. Vaticinando una y mil veces cómo sería el encuentro. Y no había querido bastones, y estaba siendo un calvario.
Y lo mismo pasa con vos. Sí, con él, el de siempre. Que cada espera es un infinito múltiplo de segundos agitados y veloces y cuesta estar aunque sea lo más preciado.
Y el predominio del escozor por sobre la alegría del encuentro.
Y juego en desventaja. Siempre.
3 comentarios:
Quien espera, desespera.
Besos.
El tiempo, siempre el tiempo. Parece que todo gire en torno a él. Le damos una importancia que no tiene. Y en realidad solo es una forma de medir los acontecimientos de nuestra vida.
Besos
A veces por preocuparnos tanto por la espera dejamos de disfrutar las simples cosas de la vida...
Genialidad absoluta Rouch
Saludos
Luciana
Publicar un comentario