Para entonces
concurríamos con Luciana al mismo taller literario los días miércoles. Era
sobre todo especializado en poesía.
Precisaba hablarme de
otro tema, solo me anticipó que era importante.
Fuimos esa misma tarde al
jardín del bar Notorious y ambas sin saberlo aún, tomaríamos
una gran decisión.
Fue en el bar que me
contó de la conversación que había mantenido con su novio la noche anterior,
que además me implicaba a mí.
Nosotras hacía bastante
tiempo que nos dedicábamos a tratar de encontrar el mejor taller literario, y
por lo general terminábamos por quejarnos de quienes los coordinaban.
Él le había dicho
entonces, que ambas estábamos perdiendo el tiempo. Que no recibiríamos un
título por un taller. Que teníamos todas las condiciones dadas para
convertirnos en profesoras y de empezar a hacer las cosas en serio.
No lo habíamos jamás
pensado. Ninguna de las dos...
Yo misma me sorprendí de
la percepción de él para conmigo.
Lo primero que pensé es
que de ese modo ocuparía las ocho interminables horas de la embajada, donde mis
funciones se habían limitado a abrir una puerta o a atender un teléfono...
Llevaba un ritmo de
lectura increíble.
Si empezaba el profesorado,
de veras tendría todo el tiempo del mundo para llevar las materias que fuesen
al día. Habría entonces solucionado dos problemas.
Mi última carrera la
había terminado hacía veinte años, y la única experiencia laboral con ella fue
en San Martín de los Andes durante un corto invierno...
Pero esta vez no dudaba.
A pesar de tener ya treinta y nueve años y de haber temido hasta hacía poco
tiempo por todas mis capacidades, cuando Luciana terminó de hablar, yo ya lo
tenía decidido.
En minutos estuvimos
en Ayacucho y Córdoba en el Alicia
Moreau de Justo. No había vacantes disponibles.
De ahí nos fuimos
al Sagrado Corazón de Caballito, pero el horario de ingreso a
clase era anterior al de la salida de mi oficina.
Estaba casi desistiendo,
cuando una mañana comencé a ayudarme con internet : "Letras",
"Literatura", "Profesorados" y la búsqueda me arrojó, Esmeralda al setecientos: Consejo
Superior de Educación Católica.
Solo esperé hasta el
horario de almuerzo para ir. Me indicaron que en ese turno era nivel primario,
pero podía volver a la tarde.
Esa misma tarde, y mucho
más tarde de lo que debería haber ido, fui a ver de qué se trataba.
Me preguntaron, "¿No
querés ver una clase? empezaron el lunes, ya te perdiste dos días".
Sin pensarlo dije que sí,
y en cinco minutos había sido presentada como una nueva alumna a la profesora
de "Taller de Redacción".
Recuerdo haberme
emocionado varias veces durante las tres horas que duró la clase.
Ese día nos habían dado
un aula especial, no la que tendríamos. Era el aula de jardín de infantes.
No sé si eso tuvo que
ver, pero estuve muy movilizada y feliz todo el tiempo.
Tardé mucho en contarlo a
todo mi entorno.
2 comentarios:
Entrar en un aula donde se hablara de libros, de literatura, de esas cosas, fue un sueño que me duró demasiados años. Siendo así quizás me es más fácil entender el texto y la felicidad de las protagonistas, pero igual me parece muy bien escrito.
No he ido nunca a un Taller Literario...
No creo que me emocionara, aunque igual si, no sé...
Besos.
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