Cada
día que pasaba estaba más enojada con Nicolás. Me costaba mucho tolerar irme
siempre sin una mínima devolución de todo lo que yo quizás le había dicho
durante casi tres horas.
A
pesar de la amenaza que me había hecho de reducir los tiempos, no lograba
cumplirlo.
Quizás
él, no hallando "el punto neurálgico". Quizás yo, en medio de mi
tribulación permanente, donde todo era angustia, nudos, pesar, confusión,
miedo, mi mala relación con las medicaciones, la internación que había dejado
tanta secuela, los amigos que no supieron acompañar.
Ignoro
si es correcto decir "saber" o "querer"...
Por
suerte estaba Florcita, viviendo de a ratos algo muy parecido. De a ratos no.
Pero ambas nos sabíamos comprender, aunque fuésemos muy distintas.
También
continuaba estando Alejandro y su voz desde Italia, expresando la palabra
justa. Siempre conteniendo, siempre comprendiendo todo. Apuntando a que mi
nuevo andar fuese más liviano, con menos carga.
"Has
hecho tanto", me repetía. Él se refería sobre todo a Claudio y su
mamá.
Estaba
Álvaro, que ya casi era una utopía.
Cuanto
más tiempo transcurría, sabía que estaba más lejos de animarme a cruzar el
charco y llegar a Montevideo.
Aunque fuese mi mayor deseo.
Nicolás
trataba de quitarme responsabilidad, afirmando que Álvaro tampoco lo había hecho.
Nunca yo me había negado, aunque también hubiese sido muy difícil. Vivía en
estado de ansiedad, y no quería que me viese mal.
Mi
jefe, Arístides, "casi por casualidad" había contratado una chica para que me
ayudase. Nada más lejos de lo que yo necesitaba. Debíamos mantener
conversaciones, que me costaban verdaderamente, y compartir la oficina. Ella
era pura energía. Mi trabajo en lugar de alivianarse, se complicó.
Arístides un día me preguntó cómo había sido el accidente. Habían pasado muchos
meses ya.
Le
respondí que en moto. Con la menor delicadeza me contestó "¿Y para qué
andaba en moto?, ¿tenés otro hermano?, le respondí que sí. "Ah,
bueno", culminó.
Entendí que no lo había hecho con ninguna mala intención.
Entendí que no lo había hecho con ninguna mala intención.
El
catorce de noviembre del mismo año que partió Jorgito, marcó un antes y un
después.
Tenía
que ver con uno de los mayores deseos que mi hermano tuvo para conmigo. Sin
embargo, no se le cumplió.
Él
decidió aclararlo desde un principio para evitar confusiones, y nada tengo para
reprocharle.
"Una
perlita en la arena" que no quería perder por un "romance de
estación". Debía ser "para toda la vida", y el único
modo de lograrlo era continuar como hasta entonces.
Aún
conservo la nostalgia de todo lo que en verdad pudo haber sido y no fue.
2 comentarios:
Esa nostalgia no desaparecerá.
Tendrás que vivir con ella.
Besos.
Se me ocurre así, de repente: enumeras, detallas con precisión hechos, sentimientos, palabras, muchos, todos necesarios, sin embargo, como toda buena historia, hay algo que se transmite y queda siempre sin decir, un algo más que se resume en esa última frase, ese "pudo haber sido" que incita a la nostalgia.
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