13 de enero de 2015

La doble identidad (parte X)

Claudio falleció el veintisiete de enero de 2010, yo aún continuaba con mi tratamiento.
Estaba en la esquina de Moldes y Congreso, un sábado por la tarde, leyendo el poema de Borges "1964" que habla de la muerte, como otro mar, como otra flecha que nos libra...
Al igulal que con mi hermano, lo supe cuarenta y ocho horas más tarde.
No nos habíamos comunicado desde mi internación, con todo el dolor que eso me deparó.
Finalmente supe que había tenido sus valederas razones. Se lo habían impedido. No se atrevió a enfrentarlos estando tan débil y temiendo perjudicarme con mi familia.
Un mediodía estaba en la embajada y a la hora del almuerzo decidí salir a caminar. Necesitaba descomprimir. Pasé por la puerta de donde había sido nuestro último consultorio en Buenos Aires: Almadei, e instantáneamente decidí que regresaba a la oficina y lo llamaba yo, al último número celular que tenía de él.
Ignoraba si tendría las fuerzas, el coraje, pero mucho más me lastimaba el eterno vacilar.
Marcar su número, temblar, que el aire falte y sentirlo.
Dios nos regaló esta etapa.
Escuché su llanto de emoción que no cesaba. Supe que seguía siendo su sol, su luz, su vida. Nos dimos cuenta que podía pasar el tiempo que sea, vivir, sobrevivir, pero que era un juego macabro el que nos mantenía separados.
Fue escucharlo y que volviera a cobrar sentido todo. No nos tuvimos que explicar nada. Todo lo intuimos. La vida merecía ser vivida  por la sola esperanza de que nos volviera a unir. Tomar conciencia de la cantidad de botes encallados que se remaron en pos de la salida, de la huida, la cantidad de caídas que dolieron y dolían. Era escucharlo y descubrirme, y que me recuerde quién era yo.
Demostrarme que se podía, que aparte de tanta burla, algo nos tendría preparado el destino. Ya no más. Ya basta. Un camino que sin él carecía de rumbo. Un permanente subsistir. 
Pudimos aclararlo todo, llorar a la par, jurar que nuestro amor siempre había sido genuino...
Comenzamos a hablar cada día y paralelamente, a decidir que yo viajase.
Él alquilaba una casita en el km. 5 de la Avenida de los Pioneros, al pie del Cerro OttoSufría de pánico. No se atrevía prácticamente a salir de su casa, solo lo hacía sedado. ¿Quién mejor que yo para comprenderlo? Me contó que tomaba mucho, que lo calmaba...
Intuí en qué habría quedado su dieta para destapar las arterias...
Me confesó que muy medicado se animaba a atender pacientes los días miércoles, y que era su única satisfacción.
Yo decidí que esta vez pedía una licencia sin goce de sueldo y me iba de la embajada por tiempo indeterminado. No me importaría si la aceptaban o no. Ya había sido demasiado el dolor y las pruebas sorteadas en nuestro vínculo casi indestructible.
Saqué un pasaje para el dos de febrero.
Nicolás estaba muy contento con mi actuar. Incluso llegaron a ponerse de acuerdo en cómo reducirme la medicación.

-Aunque tengas abstinencia, bancatela - me dijo Claudio con vehemencia.

Su voz había perdido fuerza.
Él, que siempre había estado para todos, no había recibido ayuda de nadie.
Ahí fue consciente de que su famosa "ley del uno por mil"  fallaba a veces. Tristemente fue consciente después de una vida creyéndolo.
Lloraba mucho. Me pedía que viajase cuanto antes. 
Al día siguiente de su muerte, precisé conocer a María Gracia. Nunca entenderé porqué.
Estuve todo el día en Luján, en casa de mi hermano. Solo ahí logré calmarme. Entre sus cosas, sus fotos, sus discos.
No había llegado a tiempo otra vez. 

3 comentarios:

Mª Jesús Muñoz dijo...

Rochis, la fuerza del recuerdo y el sentimiento sigue presente en tus letras...Cuando la vida se ha vivido con intensidad permanece siempre presente. Tus letras vuelven a vivir cada instante, cada palabra y cada movimiento...Esa intensidad ciertamente emotiva y nostálgica viene a mi y deja su huella...Mi gratitud y mi abrazo grande por tu amor a las letras y tu cercanía, amiga.
M.Jesús

TORO SALVAJE dijo...

No es culpa tuya de que no llegaras a tiempo.

Besos.

Mario Gómez dijo...

"Nadie pierde sino lo que no ha tenido nunca", y aquí en lo que escribes intuyo, no se, que en esta historia sí se tuvo algo y eso es primordial, diría que hasta consolador. Recuerdo el verso de 1964 siempre y me cuesta entenderlo a veces, pero me parece que encierra una especie de verdad. En cualquier caso, hay que ser valiente.

 
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