-He hablado
con Silvina, estarán en Mar del Plata la próxima semana. Le
conté del proyecto del libro y no tienen inconveniente en que vayamos.
Me ha propuesto también una cena en el departamento de Posadas.
Desde el
2011 la ex Schiaffino lleva el nombre de Adolfo Bioy Casares,
entre Posadas y Avenida Alvear, pensaba
mientras tanto.
-¿Le
interesa conocerlos?
-Claro,
maestro.
-A Silvina
le apasiona que vaya a cenar con ellos, dice que soy un "gran
conversador". Es una mujer muy cortés.
Nos
conocimos hace tiempo, en casa de Victoria, y desde entonces no hemos dejado de
frecuentarnos.
Me ha
comentado que está a punto de publicar. No lo hace asiduamente.
Desde el
cuarenta que escribimos juntos "La antología de la literatura
fantástica", no nos hemos distanciado jamás. Bioy lleva un registro de todos nuestros encuentros...
Somos
también adictos a contarnos nuestros sueños.
-Siempre me
han interesado los sueños, y si los recuerdo en detalle, luego los escribo.
Anoche, a
propósito, soñé con mi padre y la casa de Arenales, pero no logro saber bien
qué.
No ha sido
común desde que partió, soñarlo. Solo aquella vez, que ya le comenté, donde él
me decía que "estábamos en un mismo plano". No llegaba tampoco
a contarle de Jorgito. Fijábamos un encuentro. Era por la Avenida
Belgrano... pero me desperté antes.
-¿Quién le
hubiera dicho que ahora iba a tener la oportunidad de verlo cotidianamente?
Este es un regalo precioso que le ha dado la vida - agregó. -Y le repito, debe
haber una razón de la que aún no somos partícipes.
-No ceso de
pensar en eso.
-Yo creo que
debe tener que ver con su hermano, pero también con usted. Hoy tiene la oportunidad
de conocerlo como de pequeña no pudo.
-Maestro,
desde su clase en la universidad que transitamos el sesenta y seis, yo sin
embargo vivo, vuelvo a mi casa todas las noches, sigo experimentando el paso
del tiempo a través mío ¿Usted cómo está?
-Preocupadísimo
con los planes de madre. Le temo a su gran habilidad para alcanzar lo que
quiere lograr, porque esta vez tiene que ver con Elsa Astete.
Me preocupa
también que su padre no venga, nos hemos atrasado en el tiempo. Por lo pronto,
prepárese para disfrutar la cena de esta noche, que Bioy y Silvina son
excelentes anfitriones.
Borges se
casa con Elsa Astete Millán en 1967, el veintiuno de septiembre, en la "Iglesia
Nuestra Señora de las Victorias".
La luna de
miel fue en Rincón Viejo, en la estancia de los Bioy, cerca
de Las Flores.
A partir de
ese momento compartió con su esposa un departamento en la Avenida
Belgrano 1337.
A Elsa la
irritaba que Borges fuese todo el tiempo a su casa de soltero, dicen que
incluso la noche de bodas, por haberse hecho tarde, la pasaron ahí.
A Borges por
el contrario le molestaban sus conversaciones, le extrañaba y no comprendía que
Elsa dijera no soñar...
Ella como señal
de enfado, podía no prepararle su plato casero favorito "ñoquis a la
romana" o "sardinas".
Transcurridos
tres años, con Bioy se organizaron con respecto a lo que a Borges más le
preocupaba: sus libros. Planearon entonces un "contrabando hormiga".
"Puchero"
y "hasta luego" fueron las dos últimas palabras que Borges esbozó en
su fallido matrimonio. Huyó acompañado por Di Giovanni, con destino a Córdoba, Coronel
Pringles, Coronel Suarez, y Tres Arroyos, para después regresar a casa de su
madre.
Efectivamente,
Elsa no era la misma mujer que él había conocido a sus treinta y dos años.
Dijo después
de su separación de Elsa "Y no considero inalcanzable la felicidad como
me sucedía hace tiempo. Ahora sé que puede ocurrir en cualquier momento, pero
nunca hay que buscarla (...)
Su separación de Elsa lo había dejado libre de concretar su amor con María Kodama, pero aún no estaba seguro de los sentimientos de ella.
Su separación de Elsa lo había dejado libre de concretar su amor con María Kodama, pero aún no estaba seguro de los sentimientos de ella.
Fue en Islandia en
abril del setenta y uno, donde María lo estaba esperando. Un sueño hecho
realidad. Ahí Borges le declara sus verdaderos sentimientos, y ella le responde
que lo suyo no es una amistad sino amor. Vuelven nuevamente a Islandia en
el setenta y seis.
María lo
acompañó siempre después de la muerte de su madre, Doña Leonor Acevedo.
Ella conoció
a Borges a sus dieciséis años participando en un seminario de épica que él
dictaba, y al poco tiempo comenzó a frecuentarlo.
Desde el
setenta y uno, tras Borges separarse de su primera esposa, comienzan a estudiar
juntos anglosajón e islandés antiguo.
Ella le leía, él le dictaba, ella le dibujaba el
mundo que los rodeaba.
Borges supo
decir con respecto a los viajes: "son estímulos para escribir, sobre
todo si uno no los busca, si uno deja que los estímulos lleguen a uno".
"Ahora
que sé que no puedo ver los países, pero si soy capaz de sentirlos, viajo".
La última
tarde de Borges en Buenos Aires fue el veintisiete de noviembre de 1985, lo
estaría esperando Alberto Casares en su librería de la calle Arenales 1723.
Allí, entre muchos otros, estaba su gran amigo Adolfo Bioy Casares.
Vieron cómo
firmó libros con la mano y con las palabras; Borges preguntaba de qué título se
trataba para así soltar su comentario. Mientras tanto el tema de su viaje a
Europa reinaba en el ambiente.
La pregunta
no era por qué se iba, sino cuándo volvería, ya que llevaba unos diez años en
un eterno peregrinaje por el mundo entre condecoraciones y conferencias. Nadie
tomó en cuenta su respuesta: "No, no voy a volver; estoy enfermo".
Nunca
entendieron por qué no regresó, si quería ser enterrado en La Recoleta en Buenos Aires, junto a sus padres, Leonor Acevedo y Jorge
Guillermo Borges, a los que visitaba con Fani mientras decía "Acá voy a
estar yo también".
Al día
siguiente, jueves 28, Fani lo llevó al almuerzo de despedida con su hermana
Norah. El restaurante escogido estaba frente a su casa de la calle Maipú señalado
con el número 963, el del Gran Hotel Dora. Fani volvió por él para
que hiciera la siesta, pero la idea del viaje se la robó. Estuvo en su
habitación en la cama de toda su vida, una de bronce de una plaza, rodeado de
un cuadro de su madre, dos bibliotecas pequeñas y un caballo de bronce.
Llegado el
momento cobró coraje, pero ya nada parecía detener los planes, ni siquiera el
arrebato de estirar su mano en busca de las columnas de su cama para exclamar
"¡Yo no me quiero ir! ¡Si me voy, me muero por allá!".
Fani, que estaba cerca, le preguntó: "¿Y por qué no se queda?".
En ese momento llegó María que lo había alcanzado a escuchar y le dijo: "¿Por qué dice eso? Usted no sabe el problema que tendría yo si le pasa algo ". Las palabras lo serenaron y Borges apenas soltó un suave "Bueno, bueno, ya está". Hacia las cinco de la tarde, se despidió con su frase habitual: "Me voy".
En ese momento llegó María que lo había alcanzado a escuchar y le dijo: "¿Por qué dice eso? Usted no sabe el problema que tendría yo si le pasa algo ". Las palabras lo serenaron y Borges apenas soltó un suave "Bueno, bueno, ya está". Hacia las cinco de la tarde, se despidió con su frase habitual: "Me voy".
Dos horas
después partió de Argentina.
El catorce
de junio de 1986, Jorge Luis Borges Acevedo muere en Ginebra, en el
mismo tiempo en que se había ido de Buenos Aires, en primavera...
Sus restos
allí descansan, en el Cementerio de Plain Palais.
María estaba
con él.
4 comentarios:
No podía faltar la mención a Bioy Casares.
Me alegro que Borges encontrara en María Kodama el amor de su vida y ésta en él...Todo tiene su tiempo y su razón de ser. Tus letras nos acercan a Borges y lo eterniza,amiga. Mi felicitación y mi abrazo inmenso por tu buen hacer.
M.Jesús
Alucino con ese final conjunto de tiempo y espacios diferentes.
Alucino con tu cabeza.
Besos.
No se si a los cuentos de Silvina se le prestó la atención que merecían, yo creo que no, me gustan. De Elsa, incluso de María, de los debates que se urden sobre todo esto, prefiero no opinar. Para mi todo se reduce a que Borges tenía una idea muy particular de que cosa era el amor y no le fue fácil compartirla con las mujeres de las que se enamoraba, habitualmente. Por lo demás, la forma con la que Bioy se quejaba de que su amigo se fuera a morirse a un sitio tan extraño como Suiza, es decir, lejos de ellos, para mi sirve de muestra de la calidad de esa amistad, innegable.
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