Me intimidaba la idea de conocer a
Victoria Ocampo, pero el maestro insistía en el encuentro.
Con toda la compañía que había recibido de
su parte para todos mis malabares, no podía negarme, ni, a decir verdad, a
perder oportunidad semejante. Además de que él me asegurase pasaríamos una
tarde muy agradable.
Viajamos a Beccar. Lo hicimos en tren. La
casa era maravillosa, como yo la recordaba...
Había estado ahí dos o tres veces cuando
ya funcionaba como centro cultural.
Ella nos esperaba con un exquisito té. Su
charla era fascinante.
En ese momento, y desde hacía años, era
presidente del Fondo Nacional
de las Artes.
Juntos recordaban las anécdotas de la Revista Sur, que ella había
dirigido y por la que tanto habían trabajado. Se tenían un gran y notorio
afecto.
Era una delicia oírla hablar de su
encuentro con Virginia Woolf. Esto había sido en el año treinta y cuatro, y a
pesar de las múltiples invitaciones de Victoria a Virginia, la salud de ésta
última siempre lo impidió.
En 1939 tuvieron un nuevo encuentro en Londres que sería el último.
Su suicidio afectó mucho a Victoria.
En esos días, nos contó, estaba preparando
unos números de Sur con entrevistas a Sábato y Arlt.
Y ya para entonces planeaba donar las
residencias a la UNESCO.
El maestro tuvo una vez más razón, fue una
tarde encantadora.
Volvimos a Palermo, y nos despedimos hasta la mañana
siguiente, en que yo iría a ver una de sus clases.
3 comentarios:
Yo quiero viajar en el tiempo.
Para arreglar cuentas con la familia.
Besos.
Impresionante ese encuentro con Victoria y Virgina Woolf...Lo cuentas con tal naturalidad, que podemos asistir y disfrutar de ese viaje en el tiempo como algo natural, amiga...Realmente admirables tus mundos paralelos, cercanos y entrañables, una gozada leerte, Rochis.
Mi gratitud y mi abrazo inmenso, amiga.
M.Jesús
La idea de conocer a Victoria Ocampo creo que intimidó a todos los que la conocieron de una forma u otra...¿no estaba por ahí Silvina? Tener como anécdota conocer a Virginia, ¿se puede pedir más?
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