Ese verano, después de
dar los doce exámenes, partimos con Luciana hacia Uruguay.
Cuando estuvimos en Montevideo,
y en relación con una publicación de él en el espacio de su escuela de cine y
sin decirme nada, Luciana le contó en un mail que estábamos allá, específicamente
en Atlántida, y que no podíamos evitar recordar todos los lindos
momentos compartidos, por ejemplo en el San Rafael, el bar donde
todos los mediodías iba a escribir el maestro Benedetti antes de su partida...
Yo lo ignoraba. Lo hizo
por su cuenta.
A pesar de sus buenas
intenciones, la hubiera matado cuando lo supe.
Muchas veces había
necesitado escribirle, después de aquel adiós en la calle Rincón, y
lo hice, y yo tampoco había recibido respuesta. No era necesario seguir
insistiendo por un vínculo, que evidentemente a él no le interesaba mantener.
Solía decir que iba a ser
para toda la vida...
Como si los libros
hubiesen sido pocos durante la cursada, tanto Luciana como yo viajamos con más.
Atlántida no tiene olas, me
había dicho un profesor amigo. Me había enojado, pero él tenía razón...
Lamentablemente lo
constatamos, y no solo eso, no tiene olas y sí tiene muchas aguas vivas.
Ambas desbordábamos de literatura, yo en parte había
querido Atlántida porque nos había gustado mucho el año
anterior y porque era la "Datitla" de Neruda.
Luciana preparaba su
monografía de Literatura
Francesa.
El segundo año de la
carrera significó otra deserción, pero continuábamos los más fieles. Cuantos
menos éramos más nos uníamos.
Mi amigo Luciano me
ofreció un trabajo chiquito en una consultoría de informática. Lo acepté para
no vivir solo de mis ahorros, y por la inestabilidad que me daban los alumnos
de idiomas.
Sin embargo, estaba
acercándome al cincuenta por ciento de las materias aprobadas que, como me
habían anticipado me permitiría ejercer.
En julio dejé la empresa
de Luciano, y a los pocos días entré en otro lugar a través de mi hermano, que
es donde aún estoy. "Soltá para que venga", dicen. Esa vez
funcionó.
No tenía nada hablado
cuando decidí que ese trabajo no era para mí. Lo único que me había hecho
conservarlo era que si bien demandaba mucha energía implicaba pocas horas. Era
justo lo que yo precisaba hasta llegar a mi meta, pero en un determinado
momento se trató más de cuidar mi amistad con Luciano, de casi quince años, o continuar
ahí disconforme y estresada como ya estaba.
El plan para el próximo
diciembre era aprobar nuevamente todas las materias en las primeras fechas y
comenzar a buscar colegios durante el verano.
Mi horario en mi nuevo
trabajo, me permitiría hacer las dos cosas.
2 comentarios:
Rochies, voy leyendo poco a poco tus nuevas historias, donde la literatura, la lucha por la vida y las relaciones personales se van entremezclando con espontaneidad y frescura...La vida nos muestra nuevos caminos,nuevas metas, aunque a veces nos empeñemos en quedarnos anclados en un recuerdo o en un sentimiento...Todo pasa y todo queda, como dice el poeta...Cuando amamos de verdad, esa persona permanece siempre, pero es fundamental la libertad y el respeto para que todo funcione...Te dejo mi felicitación y mi abrazo grande, amiga.
M.Jesús
No logro imaginarte de profesora de idiomas.
No sé porqué.
Besos.
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