17 de febrero de 2015

La doble identidad (parte XXI)

Ese verano, después de dar los doce exámenes, partimos con Luciana hacia Uruguay.
Uruguay no era Álvaro. Uruguay era mi paisito anaranjado.
Cuando estuvimos en Montevideo, y en relación con una publicación de él en el espacio de su escuela de cine y sin decirme nada, Luciana le contó en un mail que estábamos allá, específicamente en Atlántida, y que no podíamos evitar recordar todos los lindos momentos compartidos, por ejemplo en el San Rafael, el bar donde todos los mediodías iba a escribir el maestro Benedetti antes de su partida...
Yo lo ignoraba. Lo hizo por su cuenta.
A pesar de sus buenas intenciones, la hubiera matado cuando lo supe.
Muchas veces había necesitado escribirle, después de aquel adiós en la calle Rincón, y lo hice, y yo tampoco había recibido respuesta. No era necesario seguir insistiendo por un vínculo, que evidentemente a él no le interesaba mantener.
Solía decir que iba a ser para toda la vida...
Como si los libros hubiesen sido pocos durante la cursada, tanto Luciana como yo viajamos con más.
Yo estaba fascinada con una primera edición de la vida de Victoria Ocampo, y quería empezar a descubrir a Bioy.
Atlántida no tiene olas, me había dicho un profesor amigo. Me había enojado, pero él tenía razón...
Lamentablemente lo constatamos, y no solo eso, no tiene olas y sí tiene muchas aguas vivas.
Ambas desbordábamos de literatura, yo en parte había querido Atlántida porque nos había gustado mucho el año anterior y porque era la "Datitla" de Neruda.
Luciana preparaba su monografía de Literatura Francesa.
El segundo año de la carrera significó otra deserción, pero continuábamos los más fieles. Cuantos menos éramos más nos uníamos.
Con Matías nos habíamos convertido en un dúo inseparable, a pesar de los veinte años de diferencia que nos distanciaban.
Mi amigo Luciano me ofreció un trabajo chiquito en una consultoría de informática. Lo acepté para no vivir solo de mis ahorros, y por la inestabilidad que me daban los alumnos de idiomas.
Sin embargo, estaba acercándome al cincuenta por ciento de las materias aprobadas que, como me habían anticipado me permitiría ejercer.
En julio dejé la empresa de Luciano, y a los pocos días entré en otro lugar a través de mi hermano, que es donde aún estoy. "Soltá para que venga", dicen. Esa vez funcionó.
No tenía nada hablado cuando decidí que ese trabajo no era para mí. Lo único que me había hecho conservarlo era que si bien demandaba mucha energía implicaba pocas horas. Era justo lo que yo precisaba hasta llegar a mi meta, pero en un determinado momento se trató más de cuidar mi amistad con Luciano, de casi quince años, o continuar ahí disconforme y estresada como ya estaba.
El plan para el próximo diciembre era aprobar nuevamente todas las materias en las primeras fechas y comenzar a buscar colegios durante el verano.
Mi horario en mi nuevo trabajo, me permitiría hacer las dos cosas.

2 comentarios:

Mª Jesús Muñoz dijo...

Rochies, voy leyendo poco a poco tus nuevas historias, donde la literatura, la lucha por la vida y las relaciones personales se van entremezclando con espontaneidad y frescura...La vida nos muestra nuevos caminos,nuevas metas, aunque a veces nos empeñemos en quedarnos anclados en un recuerdo o en un sentimiento...Todo pasa y todo queda, como dice el poeta...Cuando amamos de verdad, esa persona permanece siempre, pero es fundamental la libertad y el respeto para que todo funcione...Te dejo mi felicitación y mi abrazo grande, amiga.
M.Jesús

TORO SALVAJE dijo...

No logro imaginarte de profesora de idiomas.
No sé porqué.

Besos.

 
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