25 de febrero de 2015

La doble identidad (parte XXIV)

Cuando por fin tuve mi alta, el diecisiete de enero de 2013, me asignaron tanto una psiquiatra como una psicóloga. Con ambas se inició un buen vínculo. Sobre todo con la psiquiatra, con Silvia, a la que le debo mucho, a pesar de que ninguna de las mezclas de medicación que intentó surtieron efecto. Sé que lo hizo todo y más. Durante un año y medio le di la oportunidad a ella de que me sacase adelante, pero cada vez estaba peor.
Al poco tiempo pedí cambio de psicóloga. Nunca me atendía más de quince minutos.
Después llegó Débora, designada por el coordinador de la zona de Belgrano, el mismo que me impidió que Nicolás volviese a ser mi médico tratante. 
Yo sentía que ahorraríamos tiempos, que él ya me conocía lo suficiente, que había logrado retirarme la medicación en el tratamiento anterior y que yo volviese luego de tanto duelo, de tanto pesar, a estar viva. Sin embargo, la coordinación no lo autorizó.
Mi cuarta terapeuta es Claudia. La que más hincapié ha hecho en que retomase la escritura, tal vez porque yo misma en mi discurso lo haya dicho ...
Voy cada lunes a las cuatro de la tarde desde hace un año. Vivió la transición de psiquiatras, creo que en un principio no estuvo de acuerdo.
Desde hace bastantes sesiones, al menos desde que empezaron a surgir escritos extensos, yo voy, leo y analizamos sobre lo escrito. 
He perdido un poco el miedo a estar sola en casa, y creo que las primeras veces que logré hacerlo fue al salir de una consulta con ella, que le resta importancia al hecho.
Le digo que me da miedo dedicarme solo a escribir, que no han aparecido otras pasiones...
Helen, mi entrenadora insiste en que sí: ver amigos, hacer gimnasia y por qué no escribir, hasta que salga todo lo que llevo dentro. Sin embargo, solo yo sé de esos vacíos que inundan y aceleran cuando no hay qué hacer. Necesito llenar todos mis tiempos. Odio la televisión. Tuve una larga etapa de películas compartidas con mi amiga Antonella, pero ya no. 
En la lectura no siempre me concentro. 
Mis placeres son los que enumera Helen...
Esperar el turno de las cuatro, desde las catorce horas que llego a Belgrano para ver a Claudia, era un suplicio. Sin embargo, nunca pudo cambiarme el horario.
Siempre el temor al vacío...
Hubo etapas en las que llegué a ir caminando. Estimo que son casi setenta cuadras.
Afortunadamente un poco desde los ejercicios del taller de Mechi del Hospital de día, y otro poco desde que me decidí a ir a "Casa Valle", las consignas han ayudado muchísimo, porque muchas veces ignoro sobre qué escribir y entonces direccionan.
Este fue el primer texto que le llevé a Claudia después de su insistencia y mi negativa. Yo afirmaba que no iba a poder.
Ahora espero esos lunes, siempre en el mismo bar, para escribir en borrador las historias largas que vienen naciendo. Ya saben que me siento y pido un café en jarrito cortado mitad y mitad. 

Vaivén

Crece, decrece.
Impera, disminuye, 
ataca, da tregua. 
Quién era yo.
Pasos a la deriva, huellas con meta prefijada.
Tormento, reparo. 
Velocidad, lentitud.
Un infinito que abisma; retrotrae.
Cómo olvidarlos. 
Permanecerán en mí.
Dejaré lavar todas aquellas lágrimas vanas, 
todos aquellos recuerdos impertinentes, 
los que asoman sin ser llamados, 
los que desvían del momento mismo.
Hacia dónde vamos. 
De dónde venimos. 
¿Por qué?
¿Para qué? 
Preguntas que arremeten silenciosas, insolentes. 
La omnipotencia las resguarda.
El haber hecho tanto. 
Porque fue mucho e inmerecido. 
Porque lo sigue siendo y no libera. 
Porque los minutos avanzan o se detienen; infinitos.
Porque urge lo mismo que impide. 
Porque resta el tiempo que a la vez falta. 
Porque fuimos y seremos
y la ambivalencia domina.
Quererte. 
Recuperarte. 
Aliarme a vos. 
Como era antes, 
como debió ser siempre. 
Como nunca debió dejar de ser.


3 comentarios:

Helena dijo...

Fue leer y sentir que estábamos caminando las dos por la plaza, es tan real. Es así la historia de tu vida, y recuerdo cuando me contaste detalles tan íntimos y profundos,lo que sentí ....es increíble tu forma de escribir, Ro. Sos vos, esto hace que te extrañe aún más! Qué bendición habernos conocido (para algo sirvió... no me acuerdo el nombre de la Iglesia)

Mario Gómez dijo...

En Vaivén se percibe la dificultad, la aspereza, la valentía de ir sacando palabras, poco a poco, como si esos verbos del inicio hicieran daño.

Mª Jesús Muñoz dijo...

Rochies, dices que abandonaste el hospital el 2013...Recuerdo, que unos años antes te conocí, te leía. Te sentía muy obsesionada con las pérdidas de tus seres queridos y a veces tu escritura era confusa, no tenía la claridad expresiva que tienes ahora...Increible tu camino en busca del equilibrio emocional...Psicólogas y psiquiatras, que han intentado comprenderte y ayudarte...Ya te dije que las letras ayudan, nos permiten echar fuera temas y problemas, que no resolvemos y al verlos escritos dejan de tomar importancia y nos permiten sentirnos mejor...Además, la mente se abre a nuevas perspectivas y soluciones...El poema que nos dejas es la lucha interna entre la idea y el sentimiento...Precioso, Rochies...Te diré que últimamente he leído un libro interesantísimo de un medico psiquiatra: David Servan Screiber. El libro se titula "Curación Emocional" Y en el nos presenta siete métodos de curación:
-Integración neuroemocional mediante movimientos oculares(EMDR)
-Regularización del ritmo cardiaco para controlar las emociones.
-Sincronización de los relojes biológicos.
-Acupuntura.
-Ejercicio físico.
-Aportación de ácidos grasos "omega-3"
-Y técnicas de comunicación afectiva.
Este médico ha investigado y ha tratado enfermos del hospital Shadsyde de la Universidad de Pittsburgh.
El libro es muy interesante y voy a volver a leerlo...Quizá puedas encontrarlo en alguna biblioteca o en la red.
Te dejo mi abrazo y mi cariño, amiga.
M.Jesús

 
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