Durante los dos años posteriores a la muerte de mi hermano,
traté de estar muy cerca de su mamá, de María Gracia. Todo lo que ella me
permitió...
Su ambivalencia. Su dolor. Su culpa. Quizás solo su
debilidad, a veces lo impedían.
Hay ocasiones que prefiere mirar para adelante, como me
supo decir también a mí su hija "Jorgito quiere que estés bien, mirá
para adelante".
Nunca más volvimos a hablar. La charla tuvo sabor a fin.
El maestro Benedetti decía que para llegar hasta la cima
hay que mirar entre las ruinas. Y yo no le temo.
Siempre elijo zambullirme, elegir, no evitar. Aunque exista
un riesgo.
Yo sabía que frecuentarla era justamente eso. Un
riesgo.
A mí también podía hacerme muy mal. Yo también podía
juzgarla... Sin embargo, elegí comprenderla., entender que, como me dijo
siempre, tuvo miedo: a sus padres, a mi papá, e hizo todo lo mejor que pudo. Y
mucho no pudo... Jorge terminó muy mal. No obstante eso nunca la culpé de nada
y traté de sacar lo mejor de cada uno de nuestros encuentros.
Un día Ciru me acompañó. Se quedó encantada con él. Ella me
boicoteaba el libro que hasta entonces le había parecido el mejor homenaje
"Le estás devolviendo su identidad, que en vida nadie le otorgó", había dicho en el encuentro anterior.
Esa tarde no pensaba lo mismo.
Le impresionó que Ciru se llamase Claudio, como el segundo nombre de Jorgito. Que ambos usasen la cabeza rapada. Buscaba coincidencias donde no las había.
Le impresionó que Ciru se llamase Claudio, como el segundo nombre de Jorgito. Que ambos usasen la cabeza rapada. Buscaba coincidencias donde no las había.
Quise sacarle una foto, a una foto de Jorge bebé, y no me
dejó. Me dijo que ya tenía las suficientes.
Evidentemente estaba muy manipulada. Esa no era la María Gracia que yo había conocido.
Ciru me sacó prácticamente de la casa, y me hizo jurarle
que no volvería.
Me había acompañado al cementerio. Llevamos sus discos
favoritos, los borradores del libro, algunas fotos, y pusimos todo sobre su
placa.
Ambos comenzamos a hablarle: que diera señales, que nos guiara, que si el libro o el cambio de apellido lo deseaba nos diese una señal.
Ambos comenzamos a hablarle: que diera señales, que nos guiara, que si el libro o el cambio de apellido lo deseaba nos diese una señal.
Después nos fuimos a una parrilla. Disfruté mucho de ese
día, y te lo agradezco infinitamente.
Quizás por eso necesitamos abrazarnos tanto al regreso...
Quizás por eso necesitamos abrazarnos tanto al regreso...
2 comentarios:
Ante una tragedia así todas las reacciones son posibles.
Besos.
Rochies, este capítulo ya lo había leído, pero había cosas que dudaba...Veo, que en ese libro querías hacer un homenaje a tu hermano y lo llevaste a su tumba para que él te indicara lo correcto...La muerte de un hermano siempre deja dudas y vivencias latentes, que quedan en el aire, trato de comprenderlo...Has vivido momentos muy intensos y las emociones a veces nos afectan y nos desequilibran...Pero, tu has elegido el camino de las letras, has elegido bien, amiga...
También yo he pasado depresiones en mi juventud y cuando mis hijos eran pequeños y ahora después que se fueron al extranjero, pero las letras me han ayudado mucho, así como estar cerca de todos vosotros, compartiendo vivencias y sentimientos...Gracias por tu entrañable cercanía...Por último, quiero decirte un secreto...No puedo escribir nada pesimista, haya algo superior, que tira de mi alma hacia arriba y me impulsa a escribir con esperanza, aunque esté muy mal...(sonrío)
Mi abrazo y mi cariño, amiga.
M.Jesús
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