Salía de mi casa a las
ocho de la mañana y regresaba a las veintitrés, no sabía cómo pero lo lograba.
Sin embargo, no todo pudo
ser tan fácil ni discurrir normalmente. Al mes de haber comenzado las clases y
llevar un excelente ritmo de estudio mientras "abría la puerta y atendía
el teléfono", una mañana como cualquiera de las otras durante doce
continuos años, me apersoné en mi lugar de trabajo y un compañero ocupaba mi
puesto. Era el encargado de decirme que el día anterior me habían despedido.
Que ya estaba lista la liquidación total en el banco. Nunca llegó el
telegrama...
Junté pocas de las cosas
que podía haber acumulado en tantos años, me despedí de todos y me fui.
Subí por Ayacucho,
la calle de "Almadei", nuestro consultorio con Claudio. Nada
indicaba lo que me había pasado. Era una mañana de sol. Todo transcurría igual.
Ya no tenía sesiones con
Nicolás desde que había empezado a estudiar.
Le pedí un turno para el
sábado, siempre temiendo por mi integridad. Había padecido mucho, estaba muy
golpeada. Medía cada uno de mis pasos para no tambalear.
Recuerdo que esa tarde no
falté a clase. Era lo único seguro que tenía en mi vida en ese momento.
Yo no me había equivocado
lamentablemente. Y sí los demás.
No me había perdonado el
rechazo, las cartas documento, mis no rotundo a sus propuestas, mi carta al
embajador, y sobre todo el haber tolerado con dignidad las funciones que me
otorgó para los tres meses que habían pasado desde el día de mi reintegro.
No me caí esta vez.
Comencé a dar clases de
italiano, de francés, hacía cartas natales. Me dediqué a mis pasiones. La
carrera era mi prioridad.
Me habían aclarado desde
el primer día, que con el cincuenta por ciento de las materias aprobadas, podía
comenzar a dar clases.
Solo tenía que lograr
sustentarme hasta entonces.
No podían haberme tocado
mejores compañeros. No importaban las edades. Se formó un gran pequeño grupo.
Con el correr de los
meses fuimos siendo menos, y cada día que pasaba estábamos más y más unidos.
Recuerdo aquel año entre
lo mejor de lo vivido.
Aprendí que la vida
siempre puede sorprendernos, darnos una nueva oportunidad...
Diciembre coronó lo que
vislumbré durante el año. Aprobé las doce materias en la primera fecha. Tuve
también mis primeras prácticas, tanto en el nivel primario como secundario. Una
experiencia inolvidable.
2 comentarios:
Que bueno Rochies, habías aprobado las 12 materias, recuerdo que mi año pasado fue igual, salía a las 8 y llegaba 11 de la noche.Fue re loco, pero logré aprobar 6 materias.
:)
Parece que fue una época magnífica.
Que bueno...
Besos.
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