Nicolás
no estaba de acuerdo con el viaje. Una vez que opinó algo y con mucha certeza,
me le opuse, estaba totalmente decidida. En los días previos estuve más
nerviosa que jamás, pero lo logré atravesar: al río y al estado.
Veintidós
meses más tarde de nuestro primer encuentro, viajé yo, acompañada por Olga, y
me reencontré por fin con Álvaro.
Como
me había anticipado Claudio, sería muy feliz a partir del primer día del otoño, y así fue. No sé si cuando me lo dijo intuía que él ya no estaría...
Nuestra
estadía continuó en Punta del Este. Floté
en el mar, respiré la sal, volví a sentirme viva.
De Montevideo regresé con un bolso lleno de libros. Lentamente iba superando mi dificultad con la
lectura y sobre todo con la concentración.
Mis
grandes amigos eran los bares, ahí era donde mejor me inspiraba para escribir.
Nunca
dejó de ser mi favorito El Club de Tenis Del Tejar.
Un
día sorpresivamente, me enteré que Diego no trabajaba más. Aparentemente
"no estaba bien", y había tenido problemas con algunos clientes. No me
dijeron mucho más.
Llegué
a la sesión enojada con mi destino.
¿Por
qué una vez que aparecía un nuevo vínculo, se tenía que romper así, de
imprevisto? No sabía cómo saber de él. Y nunca más supe.
Nuestra
última charla había sido tan linda...
-Te
noto mucho mejor.
-¡También!
la última vez me agarraste mareadísima, bajada de ese 67 que me dejó dada
vuelta, si hasta las ventanas me tuviste que abrir (Pero, ¿mejor que cuándo
pensaba yo?)
-¿Y
cómo van tus cosas?- agregó.
-Me
cuesta mucho dar vuelta la página - le sinteticé.
-Es
que sos muy sensible, vos. Todo el pasado, todo mezclado ¿mucha memoria, no?
(¿Y
vos cómo sabés? me preguntaba yo. ¿Por
qué te hablé del viaje chamánico para el que no pasé la admisión?, ¿la
astrología?, ¿la abulia laboral? Ah no, debe tener que ver con la liturgia que
en un momento de tu vida también te acompañó. Esa que sabés, me cuesta tanto.
¿Y
si mis novios se bancan tanta búsqueda, tanta espiritualidad?
Y
que las horas ahí son muy iguales. Y que tus horas a veces no pasan más...)
Siempre
me cuestioné como transitarán las horas por los lugares donde alguna vez
estuve. Porque a veces nos creemos tan ombligo, que al lugar en cuestión, lo
volvemos propio, como si después de nosotros nadie hubiese andado exactamente
"ahí" después, tejiendo historia. Como si el tiempo de un modo u otro
se hubiese detenido.
Claro,
ahora la tarta artesanal de frambuesas la compartíamos charlando, y ya sabías de
memoria que el cortado en jarrito debía ser mitad y mitad, y eso que ni siquiera te imaginás que es el entretiempo para el diván...
Claro,
ahora sé que querrías trabajar en el mar o en México. Que las rutinas te
anulan, que
lo cibernético te aisla, y que el argentino está perdiendo el "cara a
cara", "el psicólogo de bolsillo" que siempre fue. Que ahora te
dejan por texto o se te declaran por email. Y crees estar cerca de alguien por
un mensaje tipeado dos veces al mes y tal vez no te ves hace años.
Te
terminé contando mi idea ya frustrada y no patentada, y tan indígena como
artesanal. El próximo capítulo ya estaba fijado, y también el porqué para ambos
fue tan fuerte.
Y
siempre era un gusto y un gracias por la charla...
2 comentarios:
Yo no creo que sea tan ombligo, pero se decididamente que los lugares por donde alguna vez estuvimos desaparecen del mapa seguro una vez que nos vamos. Igual esta creencia la desmiente los regresos, pero yo no estoy para ser razonable :)
Si es verdad que la protagonista padece de mucha memoria. A veces es inevitable.
Dejar de ser ombligo es una maravilla.
De repente ya no importas...
:)
Besos.
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