2 de enero de 2015

La doble identidad (parte VII)

Habíamos planeado tantas cosas juntos. Queríamos viajar.
El próximo verano, él me acompañaría a San Martín de los Andes, mi lugar en el mundo, del que tanto le había hablado.
Pensábamos hacerlo en auto, sin apuros. Él quería ir recorriendo y disfrutando de todo el trayecto.

-Hermanita ¿Dónde estás? - me mandó escrito, a través de un mensaje de texto.

Solía presentir mis pasos...

-En Cariló, brothercito - así lo llamaba.
-Esa es mi hermanita, nunca un Fuerte Apache. Reímos ambos.

Siempre bromeaba con mis viajes. Me decía que así nunca sería millonaria.
Él era excelente en los negocios.
Su pasión, aparte de la música, era la última tecnología.
Tampoco podía comprender que yo usase el celular más arcaico, o que aún no tuviese un pantalla plana, o una notebook en mi casa.
Éramos tan similares y tan distintos. Pero nunca, ninguno de los dos, precisó cambiar nada del otro.
Hubo una noche que recuerdo especialmente. Podríamos llamarla "La noche Atípica". 
La banda era La Atípica Orquesta de saxofones, liderada por Gabriel y siete saxos más que hacían tango.
Fue en San Telmo, él vino con su amiga la Tucu.
Jorge lloró mucho esa noche, y me dijo que me perdonaría solo y únicamente si el sujeto en cuestión llegaba a ser tan buen amante como músico.
Se retiró del lugar aclarándole al personaje que su hermanita era "demasiado poncho para ese gaucho"...
Intercambiaron algunas palabras, Gabriel ya se había ido a presentar a la mesa, y a Jorge no le había gustado para nada el discurso que el otro tenía preparado.

A la salida, ya casi despidiéndonos, Gabriel se acercó nuevamente.

-¿Por qué no estás casado? - pensé que ella era tu mujer, refiriéndose a la Tucu.
- ¿Y vos, por qué no estás casado? - respondió Jorge irónicamente.
-Vivo en pareja. No sé si tu hermana te habrá contado - agregó.
-Yo no estoy casado, ni "vivo en pareja", porque soy muy fiel, y hasta ahora no he podido serlo francamente.

Gabriel no tuvo ni más preguntas, ni más respuestas.

Al salir del lugar, tanto la Tucu como Jorge, parecían haberse puesto de acuerdo previamente, y me hostigaron a ser la última vez que presenciara un show.

-Valorate, hermanita me dijo mirándome a los ojos.
Quieren que los representes por tu apellido, pero cómo va a venir a aclararme a mí , su situación sentimental, ignorando si vos me tenés al tanto de algo. Soy tu hermano. Podríamos no tener la confianza que tenemos.
Última vez. Juramelo.
Son unos genios. Me hicieron llorar toda la noche, sobre todo con "Años de soledad". Pero no importa. Nunca más.
Yo le prometí que sí, no sabiendo si podría llevar adelante la promesa...
Con Gabriel éramos muy amigos hacia algunos años, y él siempre había querido algo más, pero no por eso pensaba dejar a su novia.
Por otra parte, me pedía que fuese su representante, y yo precisaba distraerme de la inerte embajada.
Al poco tiempo llamé a Jorgito y le confesé que no solo había ido a verlos dos veces más, siempre acompañada de gente distinta, sino que había aceptado la propuesta de representar al grupo.
Sorpresivamente, mi hermano me felicitó.

-¿Ves por qué te adoro?
Porque te haya dicho lo que te haya dicho, hiciste lo que deseabas, y quizás hayas decidido muy bien. Tal vez soy yo el equivocado, el que nunca da marcha atrás. El que nunca le da una segunda oportunidad a la gente...

-Te quiero, hermanita - me dijo con énfasis.

No era extraño que Jorge llorase. Una noche le sugerí ir a cenar a "La abuela Goye", un restaurante patagónico.
Pedimos mis dos platos favoritos y los compartimos. Él quedó fascinado.
Siempre acostumbrábamos a elegir lugarcitos especiales para cada encuentro, porque vernos era motivo de alegría, de festejo.
Ese día en particular, él quería que yo le leyese unos escritos que venía siguiendo asiduamente en un blog de la web. 
Yo ya había mantenido diálogos con quien los escribía, y teníamos coordinado en un futuro no muy lejano, conocernos personalmente.
Con esos relatos impresos, y en plena cena, Jorge lloró.

-Quiero que lo conozcas - me dijo. 
Si este tipo es la mitad de lo que escribe, me quedaría muy tranquilo de saber que te dejo con él.

¿Por qué decía algo así?
Primero que nada, aún no se habían siquiera conocido. Que a ella le gustasen sus letras no significaba que le fuese a interesar también el autor de ellas. Ni que tampoco fuera recíproco.

Aparte, había dicho: "te dejo", "me quedaría tan tranquilo"...
Seguramente no supe leer ese mensaje, pero sí reparé en él.
Había agregado para terminar, "a Faby ya la ubiqué. Está con el mejor tipo que he conocido. Sé que va a estar bien". Fabiana, su otra hermana, la hija de su mamá y Luis.

-Pero a vos, hermanita, quién te reemplaza a esos dos gauchos...

Así solía referirse a Claudio y a Roberto. Tenía una particular curiosidad por conocer a este último.
El presentimiento no le falló. Después de los escritos vendrían muchos encuentros. Muchas reuniones. Yo le presentaría a Ciru a todos mis amigos. Quería integrarlo a mi vida.
A pesar de que no había sido un amor a primera vista como mi hermano auguraba, nos adoramos desde la primera vez que nos vimos.
Jorge al conocerlo no hizo más que reafirmar lo que había dicho leyendo los escritos, la noche de la cena patagónica.
Se hicieron muy amigos. El afecto fue recíproco.
Creo recordar que un día Ciru me dijo "tenés que ver más a tu hermano, disfrutarlo más, ir también vos más seguido a Luján".
Lo que no coincidían eran los horarios. Jorge era "el dueño de la noche de Luján", y luego se dedicaba a recuperar el sueño durante el día, y yo al revés.
Durante la semana, que él no trabajaba, yo sí.
Por eso fue siempre él, el que más esfuerzo tuvo que hacer por sostener el vínculo cercano, y me sorprendía con alguna mateada o cenita en plena semana.
Los encuentros duraban muchas horas. Jamás se acababan las palabras. Había mucho pasado por contar y mucho futuro por vivir. Juntos. 

2 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Me sigue dando mucha pena.

Besos.

Mario Gómez dijo...

Es lindo este conocerse de hermanos a destiempo, con sus prisas, con sus emociones y, más que nada, con esa forma tan sutil de comprender las diferencias que incluye el difícil reto de no intentar cambiar al otro. Los diálogos son vivos, intensos, no sobra nada.

 
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