Me había dicho en esos últimos días "creo que uno solo puede enseñar el amor de algo. Yo he enseñado no literatura inglesa, sino el amor a esa literatura".
Le habían asignado un aula en la planta baja para hacerle más fácil el acceso.
Era el edificio lindero con el rectorado de la universidad, en la calle Viamonte.
Su clase duraría cincuenta exactos minutos, me anticipó.
Ese día había elegido hablar de Gibbon y su favorito Sir Thomas Browne, aún deteniendo su repaso por las letras inglesas del siglo XIX.
Borges iba comentando cada estrofa.
Su transgresión no podía confundirse con arbitrariedad.
De pronto oí a alguien en los pasillos decir que el curso era solo por ese año, el sesenta y seis...
No pude dejar de sorprenderme. ¿Con Borges habíamos ido más atrás en el tiempo?
No era casual tampoco el año que transitábamos...
Todos años claves en mi vida.
Cuando terminó la clase, se lo comenté al pasar, quería saber qué me decía, si él estaba al tanto.
Con picardía me contestó que no lo ignoraba, que se trataba de un espléndido ejemplo del azar y del juego del tiempo, y me preguntó si me sentía más joven: todavía le faltan cuatro años para nacer, y María Gracia ya debe ser madre de su hermano - sonrió.
-Sí, maestro. Nació un ocho de enero de mil nueve sesenta y seis...
-¿Dónde almorzamos? - le pregunté. Estaba asustada.
-¿La Perla?
-Me encantaría. Hoy es un bar como cualquier otro, que evoca más al rock que a la literatura, y yo cada vez que ocupo una de sus mesas pienso en usted y en Macedonio, un sábado a medianoche, hablando sobre que la muerte es una falacia...
-Caminábamos mucho la ciudad, a Macedonio le encantaba hacerlo, sobre todo en la madrugada.
-Amo caminar, maestro, pero hoy hacerlo se ha vuelto imposible, y más que nada a esas horas. Hay muchos incidentes...
-En aquellos tiempos pensaba "que importa lo que me pase esta noche, si llegaré al sábado, y el sábado voy a conversar con Macedonio Fernández". Solíamos decir: ¡Qué suerte la nuestra, haber sido contemporáneos!
También sabía recorrer la ciudad con Bernárdez casi siempre los sábados o domingos, y nos llegábamos hasta Puente Alsina o a Saavedra donde vivía Xul Solar, también con él caminábamos muchísimo. ¿Lo conoce?
-Sí, maestro. Sé que eran muy amigos.
Desde hace un tiempo se celebra en Buenos Aires, La noche de los museos, y una vez por año se hace un recorrido por la casa que oficia como su Fundación y la de su amigo, y luego el trayecto entre ambas.
-¿Y dónde es mi Fundación?- preguntó con curiosidad.
-Al lado de la casa donde usted vivió en la calle Anchorena. No hubo forma de conseguir la original.
¿Es cierto que allí escribió "Las ruinas circulares"?
-No lo recuerdo especialmente. Quizás.
-Cada casa suya lleva una placa, incluso en París han colocado una en el hotel donde usted escogía la habitación de Oscar Wilde, la dieciséis.
No se cesa de descubrir su obra y de reconocerla.
-Cuénteme si voy a ser feliz.
-Sí, maestro. Lo será. Sus diez últimos años serán de suma dicha - le afirmé con tenacidad.
-Madre anduvo en planes de contactar una antigua novia de la adolescencia: Elsa Astete. Vive en La Plata. Es viuda. Tiene un hijo. No pienso ceder.
-¿Y con qué intención lo hace?
-Teme dejarme solo cuando muera.
-¿Algo así como arreglarle una boda?
-Eso es.
-No creo que lo haga con mala intención.
-No, claro.
-Aparte le ha buscado alguien que era de su preferencia...
-Usted lo ha dicho: era.
-No son aquellos tiempos. Han pasado muchos años.
-¿Y ella está de acuerdo?
-Pareciera que sí. Al menos eso es lo que dice madre.
-¿Se han encontrado?
-Ellas sí. En La Plata. Para madre fue un gran esfuerzo localizarla.
-¿Y usted, la ha vuelto a ver?
-No, por favor. No pienso someterme a ese plan.
Sin embargo, no fue así.
A pesar de la conversación que improvisó, no lograba quitármelo de la cabeza. Habíamos retrocedido al año sesenta y seis. Estaba algo atemorizada.
Sin embargo, no fue así.
A pesar de la conversación que improvisó, no lograba quitármelo de la cabeza. Habíamos retrocedido al año sesenta y seis. Estaba algo atemorizada.
2 comentarios:
Todas las personas, lugares y avatares que mencionas me son familiares: se confirma que soy borgiano. Entiendo el temor de la protagonista, hay siempre como una especie de vértigo.
Diez últimos años de felicidad.
Yo firmo ahora mismo.
Besos.
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