En agosto ya llevaba tres meses con mi nuevo psiquiatra. Tres
meses reduciendo medicación. Tres meses duros, en los que había abandonado nuevamente la carrera.
La había empezado en marzo en el Sagrado Corazón, sin mayores
expectativas. Lo intuí.
A partir de mis palabras, tanto él, mi psiquiatra, como ella, mi
analista, continuaron insistiendo con los escritos.
Cada lunes lograba al menos llevarle uno a ella, y leérselo
también a él, a Lucas, los días viernes.
También me reconcilié con las mesas de los bares.
Había apreciado mucho toda la dedicación de Silvia, pero en mayo
de este año, decidí dejarla.
La prepaga otorga otra
interconsulta y lo hace con alguien del equipo que previsiblemente opinó lo
mismo que mi médica tratante, y sugirió todo el vademecum para concluir, en que
lo mejor era volver a uno de los medicamentos que me habían dado en la clínica.
Fue un total retroceso.
Un día me atreví a
cambiar por un médico particular. La idea era conseguir alguien que me fuese
retirando de a poco la medicación, como había hecho Nicolás, como hizo también
Claudio antes de morir con su "bancate la abstinencia".
Si aquella vez funcionó,
por qué esta vez no, me repitió mi amiga Antonella hasta el cansancio.
Con Antonella nos
volvimos a ver casi un año después.
Habían existido muchos
agravios de mi familia hacia ella, y pasaron más de dos años hasta que le
pidieron disculpas. No solo no la dejaron ir a verme, sino que pusieron en su
boca cosas que ella no dijo. Ella sí les repetía que yo esta vez no los iba a poder
perdonar, y asevera que no le quedó nada por decirles.
Antonella tenía su
departamento preparado para recibirme el día que tardé en salir de casa y no
pude llegar...
Yo le había contado que
me veía venir algo raro, que me habían mandado a un colega psicólogo de mi
trabajo a mi casa, después de rendir la última materia que pude dar, y que me había
obligado a llamar a mi ex psiquiatra Nicolás a las doce de la noche, a pesar de
que hacía dos años que Nicolás ya no me trataba. Antonella también tuvo un mal
presentimiento. Nicolás me dio sin embargo un turno telefónico para las catorce
horas del día siguiente. Pero sería tarde.
Con Antonella al comienzo
nos veíamos en secreto. Yo, si me preguntaban, siempre estaba con la gente de
"Fubipa", pero me parecía una falta de respeto hacia ella y su
incondicionalidad. Así que un día me atreví y hablé con mi madre.
Antonella inventó "los
martes cine", y fue con la primer persona que me animé a volver a ver una
película, la tercera parte de "Antes del amanecer".
Era un desafío que me
había planteado Débora, la psicóloga de entonces: salir de la propia película
por un lapso de tiempo. Una especie de ejercicio de concentración.
Después me acompañó
Santiago. Luego Luis. Comenzó a ser asiduo ir al cine con los pocos amigos que
me rodeaban.
Eso al menos podía
hacerlo, aunque al poco tiempo me di cuenta que así como las veía, las olvidaba.
Los "martes
cine" eran en la casa de Antonella. Ella me esperaba a la salida del
trabajo, intentábamos siestas, tomábamos tés de durazno y mirábamos películas.
Antes de que se vencieran
los pasajes a Colonia, los que no habíamos podido utilizar en año
nuevo, decidimos un diez de noviembre, usarlos. "Ensayar" y viajar.
Me lo dijo la noche
anterior al viaje. Esa noche no dormí y luego temía que el episodio se repitiese.
Nada de lo que me ocurría
me sorprendía. Lo que desconocía era cómo terminar de salir. De avanzar.
Agosto trajo esto:
Distancias
(Inspirado en cronopios cortazarianos)
"y que un encuentro casual era lo menos casual
en nuestras vidas"
Él es perfecto. La compañía perfecta. La palabra
justa.
Siempre está; presente. Jamás olvidará un
cumpleaños ni un aniversario. Para él lo eres todo. Y él para ti también. No
hay obstáculos. No hay desencuentros.
Ambos coordinan sus relojes para estar. Siempre.
Cuesta la distancia. Sí que cuesta.
No hay navidades ni fines de semana juntos, ni
siestas de domingo. No hay caminatas al sol, ni helados compartidos.
Falta su olor, su música, sus rabietas, su amigos
que quizás ni conoces.
Cada minuto compartido es tan preciado como
asfixiante, porque sabemos que pronto cesará, que vendrá un nuevo adiós. Que
habrá muchos amaneceres solos y muchas noches de nostalgia.
Lacrados
Y son huellas; en la memoria y en el corazón.
Lacrados.
Dejan cicatriz. No se regresa al anterior estado.
Y pienso en Gallo y en todo ese grupo de gente con tanta historia común, y sin embargo tan ajenos.
Cuando tocaba mirar el ayer por una ventana y
llorar pasados. En vos, Daniel.
Esmeralda y Viamonte, nunca, nunca más podré dejar de escribirte y de
contarte lo feliz que fui, a pesar del fin. Los dos mejores años en muchos,
entre esas paredes de donde me robaron, adonde no pude llegar aquel seis de
diciembre.
Y hoy toca sentirme y sentirte, y llorarte. Porque no habrá regreso y sí añoranza.
Y hoy toca sentirme y sentirte, y llorarte. Porque no habrá regreso y sí añoranza.
Y floté el ayer en una punta en el este y los
naranjas me colmaron la mirada y los poemas llenaron el corazón.
Donde nací. Donde me juré volver: Arenales. Donde
aún a pesar de tantos años transcurridos el sueño no se ha cumplido.
Suipacha y
los conejitos cortazarianos, que me son imposibles de no pensar al transitarte.
Ese cuento que marcó tantos inicios...
La Spezia en aquel año 2000 que vaticinaba muchos regresos y no fue así. Monterosso y Vernazza.
Los colores de esa luz.
Y tus palabras, Isa, en aquel tren en la Bourgogne.
Y cuánto intentabas ayudarme en que pusiese fin , pero sin embargo no pude y fue
ese el año clave. Un hijo que nos separaría para siempre...
Aún lo ignoraba.
Hubo muchos trenes al oeste para encontrar el
sol, Máximo de mi corazón. Y tus muchos "me hacés falta Rouch".
Tantas tardes de domingo con saxos hechos tango.
Hoy ya sos feliz. Sin mí.
Las sales del este, del aire, del sol. Cantidades
de papel en libros montevideanos. Tanta sincronicidad. Tanta alegría de por fin
tenerte. Un sueño realizado.
Abriles
Y te fuiste en abril, igual que él, que sí
supo de vos, como vos no supiste de él hasta después de tanto.
Y fue así que costó y cúanto.
Fue encuentro. Fue comunión; de almas…
Y te dejo ir y me acerco. Y te pienso, te tengo,
te traigo. Te hablo, te imploro, me alejo, y sin embargo…
Eligieron abril. Sí, en abril siempre pasan cosas.
No supe jamás ni intuí que así sería y sin
embargo…
En ese llamado no era necesario que me dijesen la
decisión que habías tomado. Le imploré lo callase. Ya lo sabía. Como supe de
vos en dos líneas de un teléfono olvidado, que reclamaba un te extraño: él ya
no está, se fue, descansa en paz.
Y por qué te pienso, te tengo, te traigo. Por qué
no te suelto, ya no te lloro ni reclamo. Simplemente te extraño.
Almas
Iba a tratarse de tantas cosas, de futuros
imprevistos, de suma de caminos que condujeron a sitios impensados. Se
iría él. Sí, al principio lo querías para vos sola y por eso pudiste tolerar la
separación con tan solo seis años.
Más tarde se iría para siempre, y ahí sería más
tuyo que nunca antes.
Imploraste soñarlo al menos, y tuvieron un
pequeño encuentro en un sueño donde intentarías saber por qué no lo había
reconocido. Por qué tuviste que saber de tu hermano mayor, aquel ser adorable,
a los veintinueve años.
Le contaste de él, de los parecidos que
encontrarías entre ambos, de ese amor que te marcó la vida y que también partió
tan pronto. Del vacío, de la soledad hecha carne, después de tanto.
De la pérdida irremediable de aquel catorce de abril.
De la pérdida irremediable de aquel catorce de abril.
Pesarían las horas. Los instantes infinitos.
Porque no fue fácil y no lo es, y me dan ganas de abrazarte y decirte que estoy
contigo, que no te asustes porque vamos a estar juntas, aunque a veces no nos
baste y necesitemos de un otro.
Te diría que evites conocerlo...
No, no te lo diría.
Se quisieron con el alma.
Abismos
La invadió la nada. La dificultad de ser. Como
nunca antes. Como jamás hasta ahora.
¿Qué hacer? ¿Hacia dónde ir? Las metas prefijadas
han ya desaparecido. Carecer de rumbo; abismos.
El rumor permanente. El desvelo. La sinrazón.
Se trata de una búsqueda, la más compleja. Se
trata de avanzar sin miedos hacia alguna parte. Se trata de perdonarse y
perdonar. De volver a elegir.
Y el sin-rumbo todo lo inunda. Asfixian las
horas; la suma de horas vacías que se completan de pensamientos vanos. Vaivén.
Agobia el dolor de los pasados ya vencidos en un
presente continuo.
Suma de dolores vanos.
Enteros. Que arremeten sigilosos, pendientes, que impiden ser.
9 comentarios:
Yo salí de mi propia película.
Y ya no volví.
Y ahora no sé que hago...
Besos.
Rochies, aunque el recuerdo duela y según lo vas escribiendo. tengas la sensación de que todo se desvanece en un presente continuo...Lo cierto es que ese recuerdo ya es eternidad en ti y dejará de ser dolor para ser plenitud algún día, ya lo verás amiga.
Mi gratitud y mi abrazo por tu constancia, tu intensidad y tu fortaleza, que te lleva hacia adelante.
M.Jesús
Rochies, soy susana amiga de Jorge,
Perdon que se repitio pero es la primera vez que entro. quisiera comunicarme por privado,
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