7 de marzo de 2015

La doble identidad (parte XXVIII)

Solo al mes surgió Andares.

Oscilo flotando buscando tomar pertenencia de mi espacio.
Sentimientos intrincados. Vacío. Silencios que no cesan, palabras que no salen; cuesta decirlas, cuesta escribirlas.
Augurios. Esperas.
Temores, andares. He escuchado tanto, y sin embargo...
Cómo se entromete el enemigo, el temor feroz, las horas infinitas, los minutos que no avanzan y a la vez retroceden, hacia pensares muy lejanos, a otros tiempos, a otras orillas. Cuando era otra, cuando bastaba con ser uno mismo.
Te quiero cerca, independiente, poco memoriosa para lo que vale olvidar. Más fuerte. Disfrutando del instante mismo.
Cómo marcó el destino, por donde estará la calle de salida. Si estaremos haciendo las cosas bien, si vale el cambio. ¿Cómo? ¿Hacia dónde?
Ahoga mis días tu silencio. Tus no aprendidos de memoria, que eluden los por si acaso. Los propios. Los menos admisibles. Los que cuesta trascender; superar. La despersonalización, el desdoblaje.
Extraño tu mirada, tus manos; los imprevistos que tanto cuesta sobrellevar. La rutina que es tedio y desespera.
Escucho tu silencio, la ausencia de tu huella par, la cantidad de horas que han completado esta pausa aún sin fin.
En octubre logré cumplir con lo que me venían sugiriendo. Y empecé a sacar de adentro una historia a la que bauticé "Km5". Fue el km desde donde Claudio partió para siempre. Y también años atrás, el que me había deparado un año de mucha angustia, de mucha inestabilidad. Él, que no quería volver a Buenos Aires a pesar de que me lo había prometido antes de que yo viajase a socorrerlo nuevamente en una de sus depresiones. Sino que estaba Viviana, siempre en el medio. Una mujer que me llevaba diez años, que había estado con él en mi ausencia y que no dejaba de intentar recuperarlo.
La consigna que nos habían dado en el taller, era la de un policial, y automáticamente había pensado en ella. 
Los viernes eran los días de escritura. De terapia y de escritura. Ambas cosas me ponían de muy buen humor, siempre y cuando también supiese que ya tenía también programados mis espacios del fin de semana.
Para el policial me basé en todo lo que me hizo sufrir durante ese período, y en cuánto hubiera deseado hacerla desaparecer del modo que fuese. Me imaginé matándola. Necesitaba escribir un policial y no un relato de rivalidades.
En octubre también logré volver a Uruguay con mi amiga Antonella. Al mismo hotel donde había prácticamente vivido en junio de 2010. Tengo un cariño muy especial por ese lugar. Pedí la ventana que miraba al Teatro Solís. Fueron solo tres días, pero cumplí mis propósitos. Antes que nada, despedir e iniciar mi cumpleaños en tierra oriental, visitar el lugar donde descansa el maestro Benedetti, y sobre todo volver a mi paisito anaranjado, junto a mi amiga. Al regresar del cementerio, me fui a su bar y comencé a escribir "Montevideando". Ya le había dejado una carta a él, junto a unos liriums naranjas.

Montevideando

San José y Michelini, dieciséis horas. Escribo. Trato de plasmar tanto y tan sentido en el papel.
La mezcla de sentimientos; el alboroto inicial. Los miedos. Las previas.
Lo que significás para mí, paisito de mi alma.
Quién dirá por qué te quiero tanto. Te lo pregunto desde la mesa del maestro en el San Rafael, a metros del departamento que ocupabas con Luz, el amor de tu vida. Tu eterna compañera.
Quién pudiera asegurarme que alguna vez va a ser así... Que caminare nuevamente de a dos. Que no todo haya sido pasado...
Vengo de verte, Mario. Me costó encontrarte esta vez, pero cuantos más tropiezos tuve, mas me obstiné.
Me dirigí al Cementerio Central sin liliums naranjas, con esas flores que se parecen al amancay. Al principio con algo de incertidumbre...
No era ahí. Lo supe apenas entré.
No dudé en buscar un auto, ante la inseguridad del camino cierto, y después de mucho andar, llegué al Buceo donde sí era, pero tampoco estabas. Ahí supe que ahora descansás junto a Luz, en el segundo cuerpo del Central, en el número 148.
Acabo de llegar de dejarte las flores y una carta. No, no te conté todo...
Te conté de eso de no querer vivir más de hace un tiempo, o de no saber qué hacer con las horas, del amor y la tierra que no fueron.
Porque hacía mucho que no te veía, y ni vos, mi amada Montevideo, supiste todo lo que tocó vivir hasta volverte a encontrar.
El encierro y las lágrimas; el vacío. El dolor, el temor por todo; la angustia infinita que parecía no cesar. Solo viva en el recuerdo.
Ay maestro, gracias. Llegué. Estuve. Pude.
Tu tierra no fue la mía, a pesar del amor incondicional y del amor.
Nunca supe más de él. Como si lo vivido hubiese sido imaginación, ensueño...
No sé si las calles y tu mesa me han recordado. Si sentiste hoy mis flores y mi empeño. Promesa hecha desde que te fuiste aquel diecisiete de mayo de 2009.
Después de dos años vuelvo aquí y casi no te encuentro. Llevo el día recorriendo entre ésta tu nueva morada, y el lugar donde charlamos la última vez...
Si estás en el cielo descansando en paz, no te molesto.
Si estás aún cerca nuestro, te pido fuerzas para seguir.
Quiero volver a esta tu tierra; siempre.
  

1 comentarios:

Mª Jesús Muñoz dijo...

Rochies,has plasmado tu experiencia, tu vida en letras y ello te ha ayudado a superar tus traumas y tristezas y al mismo tiempo has eternizado el recuerdo...Ese recuerdo, que permanece en ti por encima del tiempo...
Mi felicitación por tu constancia,tesón y entrega.
MI abrazo y feliz día de la mujer.
M.Jesús

 
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