7 de octubre de 2013

Otros cielos

                                                                                 


Urge despegar, deshacerse, desdoblarse. La mente encarcela y no nos deja huir. Sin embargo y de modo imperativo un camino se abre y echamos a andar. La ruta no es sencilla; atravesamos puentes ignorando que hay del otro lado. El abismo atormenta, no deja respirar. Avanzo, me zambullo, avanzo.
De pronto me encuentro dentro de un edificio muy antiguo, nada rústico, plagado de imágenes. No sé donde estoy; tampoco importa. Intento salir pero no puedo; solo mirar de adentro hacia afuera.
Una luz azul todo lo inunda. Me hallo cómodo ahí. Ese mismo reflejo impregna el paisaje que se muestra desde la ventana donde intento asomarme. Veo muchas construcciones, parecidas, casi iguales; todas diversas.
El tiempo es otro. Un sopor arremete, ya no estoy ahí. Vuelvo en mí.

3 comentarios:

Javier F. Noya dijo...

Nuestros otros arremeten. Anclan en los suburbios sus alientos. Ver desde el otro implica una muerte: la resurrección no es nada más que un camino de vuelta. Poca cosa para la eternidad, mucho menos para la conciencia. Besos.

Mario Gómez dijo...

Andar en medio de incertidumbres, sin saber que hay al otro lado del puente, sin saber dónde estamos, y pese a eso "echarse a andar", viene a ser la acción más absurda, también la más necesaria que uno pueda imaginarse. Y es verdad que tampoco importa saber, andar por medio de certezas, tan solo importa no parar, atravesar puentes, sortear abismos, soportar ese "azul que todo lo inunda" como un regalo, un regalo como este "otros cielos" que leí más de tres veces.

H. Chinaski dijo...

La mente consciente, a menudo es nuestro peor enemigo. A veces, es liberador que el subconsciente tome las riendas y dejarse llevar por caminos desconocidos

 
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