10 de febrero de 2015

La doble identidad (parte XXXVII)

Mi padre murió cuando yo tenía diecisiete años. Siempre, desde pequeña había temido llegase ese momento. Lo intuía. Fue un doce de abril del año ochenta y ocho. El día que finalmente ocurrió, yo estaba con mi abuela, había apenas regresado del colegio, y sonó el teléfono. Solo escuché que dijo ¡Pobrecito, no, y ¿cómo fue?. No solo supuse de qué se trataba el llamado, sino quien lo estaba realizando. Era mi padrino. Jamás se comunicaba. Al llegar mi mamá a casa, mi abuela y ella se encerraron. No nos dijeron nada. Solo a la mañana siguiente nos despertaron a Jota y a mí para ir al velatorio. 
Allí estaba colmado de fans que comenzaron a atacar a mi hermano, que para entonces tenía catorce años. Había un chico mucho más grande que nosotros, que se hacía pasar por él.  Era sobrino de la última enfermera que cuidó a mi padre. Ambos colmaron de escenas patéticas el lugar. Una de mis primas, de las hijas de Antonio, y yo, sacábamos a la gente. Recuerdo que un periodista muy conocido, se acercó y nos pidió que evitásemos escándalos. Era eso lo que intentábamos...
No fuimos al entierro. Ese fue un dato que también sorprendió a Nicolás. Nunca había estado en los entierros de mis muertos: mi padre, mi marido, mi hermano mayor.
Con la familia de mi padre: su hermano, su mujer y sus tres hijas, juramos seguirnos viendo. Estaba segura de que eso no ocurriría y así fue.
Solo volví a tener noticias de mi tío, el veintidós de noviembre del noventa y nueve. Me quería invitar a su cumpleaños número ochenta. Le tenían preparado un festejo en La Boca y sus hijas le habían editado un libro con todos sus poemas. También tenía uno para mí. Yo había recibido una noticia hacía unos días, de parte de una amiga de la ex novia de Jota, mi hermano menor: tenía un hermano que también se llamaba Jorge y que vivía en Luján. Esta chica quedó en avisarle ese mismo fin de semana que yo quería conocerlo. Lo vería en un bautismo. Recuerdo que me dijo ¿Así te lo tomás?, Si yo supiera que mi padre tiene un hijo no reconocido no actuaría así, y me pondría muy mal. Solo atiné a responderle que si me lo había contado para que yo me pusiese muy mal. Y culminó la conversación.
Cuando el domingo sonó el teléfono, pensé que era ella. Sin embargo era mi tía María, la mujer de Antonio. Algo mucho más preciso. Más cercano. Luego de que terminaron de invitarme a la fiesta, le pregunté a María si era cierto que yo tenía un hermano en Luján. Me contestó sin sorprenderse, que ese era un tema muy serio, que tenía que hablar con Antonio. Me comunicó con él. Tal vez sin quererlo, ya me habían dado la respuesta...
Antonio me dijo que mi hermano también tenía muchas ganas de conocerme, y que ese era otro de los motivos del llamado. Me contó que esa tarde Jorge iría con el marido de una de mis primas a la cancha de Boca, que ambos eran fanáticos. Ahí resolví no ir. Yo al día siguiente daba un examen internacional de italiano y había estudiado mucho. Ya trabajaba en la embajada. Era algo muy movilizante y temí emocionarme demasiado, y luego no estar lo suficientemente concentrada para el examen. Prefería que Jorge me llamase al regresar de la fiesta. Solo necesitaba hablar con él. 
Para vernos todos, habría tiempo.
Esa misma noche se comunicó. Nuestra charla duró tres horas. Él no paraba de manifestarme su sorpresa. Sabía de mi existencia desde los dieciocho años y nunca se había atrevido a acercarse. No se creía con el derecho. Me agradeció tanto...
Durante la semana hablamos cada noche por un lapso similar, y el viernes tres de diciembre nos conocimos.
Vino a casa. Yo estaba algo nerviosa pero fue verlo y abrazarlo y adorarlo desde el primer instante. Llegó a las dos de la tarde y se fue a las siete de la mañana del día siguiente, entre mates, charlas, sus miedos. El relato de dos vidas...
Con la misma alegría que tenía lo transmití en mi casa. Ignoro si estaban al tanto, pero mi hermano nunca quiso conocerlo y tanto a mi mamá como a él tenía prácticamente que ocultarles cada vez que lo veía.
Todos nuestros encuentros fueron mágicos. Como ya he dicho muchas veces, éramos pares, éramos almas gemelas.
Quizás por no ir al entierro de mi padre, el deudo fue Antonio, y fallecido él, la Asociación de actores se desligó de la responsabilidad y ni siquiera intentaron localizarnos...

0 comentarios:

 
design by suckmylolly.com.