2 de febrero de 2015

Encuentros, Borges (parte XXXII)

Borges me esperaba ansioso, y no hizo más que felicitarme por mi proceder.
Desde hacía tiempo se lo veía radiante. Su nueva vida tenía mucho que ver con lo que yo le había anticipado, y me estaba muy agradecido de que le hubiese sabido dar esa tranquilidad unos años antes, sin decirle qué iba a ser exactamente lo que ocurriría. Pero más agradecida le estaba yo a él, que había sido una insuperable compañía.
Conté con él en todo momento.
Yo era feliz de verlo feliz.
Estaba durante largos períodos fuera del país, con lo cual no era usual hallarlo en Buenos Aires.
Para esos tiempos comenzó a gestar la idea de "Atlas", con una recopilación de todos sus viajes.
Él también continuaba la relación con mi padre, estimo que lo hacía por mí. Yo aún no había culminado con mi misión, aunque según él estaba cerca de alcanzarla.
Cumplí uno de mis sueños, tenía una preciosa amistad con mi abuela. Tuve la oportunidad de disfrutarla luego de su partida...
María Gracia había contado a Jorgito toda la verdad, y él la había asumido con adultez. Al menos no culparía a su madre en el futuro de tantos ocultamientos.
Solo faltaba que él y mi padre se conociesen y disfrutasen del vínculo como lo merecían ambos.

Una mañana Borges me llamó. Mi padre se había comunicado pidiéndole mi teléfono. Él ante la sorpresa, decidió decirle que me contactaría, y luego me haría a mí llamarlo a él. 
Inmediatamente me comuniqué con el número de Arenales, respondió mi madre. Me lo pasó al instante, pero el que no se sintió cómodo para hablar fue él. 
"Necesito verla. Es importante. Tengo una propuesta para hacerle".
Era lógico que fingiera al hablar, porque no estaba solo.
Le dije que no tenía inconveniente, y que el mismo pusiese el día y el lugar.
Mañana mismo en "D´accord", me respondió.

Sospechaba que iba a elegir la misma confitería. Desde entonces, pasaría a ser el lugar de nuestros encuentros. 
Necesitó de mucho coraje para enfrentar lo que ya había decidido, y se apoyó mucho en mí.
Le aconsejé se anticipase con un llamado telefónico a María Gracia, para la que tampoco iba a ser fácil el encuentro después de tanto tiempo y de tantos temores acumulados.
Lo hizo.
La charla fue breve y fui también testigo. Pactaron una cita en Luján. Él me pidió lo acompañase, y no me negué.
Tendría por primera vez la oportunidad de ver a mi padre y a mi hermano mayor juntos.
Ahora sí se acercaba el final de mi misión. Lo presentía y me dolía al mismo tiempo. Debía continuar con mi vida de antes, donde no estaban ni el maestro, ni mi padre, ni mi nona. Sí tal vez, si las cosas salían como yo pensaba, tendría cerca a mi hermano del alma y habríamos evitado su trágico final.

4 comentarios:

Mª Jesús Muñoz dijo...

Rochies, me encanta cómo te columpias en el pasado para arreglar los problemas de tus seres queridos...Me haces pensar, que quizá vivamos varias vidas a la vez en distintos niveles...Y tu historia pueda estar sucediendo de verdad(sonrío). Lo cierto es que nos dejas la esperanza de que lo que quedó por hacer, tenga de nuevo su oportunidad a lo largo del tiempo...Mi felicitación y mi abrazo por tu bella e imaginativa inspiración, amiga.
Feliz semana y mi ánimo.
M.Jesús

TORO SALVAJE dijo...

Lo de tu hermano me conmovió.
Ay que final...

Mario Gómez dijo...

¿Ya se acerca el final?, ¿de verdad?...da como lástima que se acabe, ¿qué voy a leer después?...este es un capítulo de recopilación, en lo alto de la emoción, que no hace más que propiciar intriga ante el desenlace.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Es el problema de las historias bien escritas, es que tienen un final, aunque sea un final feliz.

 
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