7 de enero de 2015

La doble identidad (parte VIII)

Un domingo él me esperó en Luján. Me invitó al restaurante "1800". Casualmente descubrí en la carta, que el lugar había sido fundado por un tal Virrey Salcedo.
Él siendo un asiduo concurrente, nunca se había percatado de la casualidad.
Ambos éramos muy atentos a las señales.
Los mozos se confundieron las truchas, a una le pusieron almendras y en coincidencia absoluta nos las intercambiamos. 
Esa tarde me mostró la casa donde algún día iba a vivir. Lo decía con certeza. Era una casa muy blanca y con mucho parque, en diagonal con el restaurante. Fuimos también a Carlos Keen, él pensaba abandonar Luján y mudarse allá.
Nos acompañó un atardecer incomparable.
No hablaba mucho de su mamá, nunca hizo tampoco hincapié en que nos conociésemos, o tal vez no quería que eso ocurriese.
Nos habíamos hablado algunas veces por teléfono. 
Ambas ignorábamos cuándo sería la siguiente conversación...
Tal vez por eso, por lo extraño de un número de Luján distinto al de Jorge, aquella mañana de abril intuí todo antes de que María Gracia me lo dijese, antes de que la mamá de Jorge me lo anunciara, en medio del llanto y de la voz entrecortada. 
No me lo digas, casi le grité. 
Cuánto hubiese deseado equivocarme, fallar, pero desde muy corta edad lidiaba con ello, con los presagios, los simples presentimientos, pero irrevocables.
La sensación fue muy extraña. Algo me decía que no había retorno, y sin embargo no lo creía. 
La ciudad estaba envuelta en humo por los litigios del campo...
Hacía dos días ya. Era verdad. Se apagó el mundo, se destiñeron los colores en un instante. Sin embargo me mantuve en pie, sorprendida de mí misma. Después hubo que pagarlo muy caro...
La noche anterior había cenado en "Sarquis" por el cumpleaños de Sandra. Continuó siendo imposible durante mucho tiempo pasar por la esquina de Thames y Jufré  y no relacionarlo.
El celular anunció una llamada del 02323. Lo imaginé en otra casa, desde otro número. Intuyéndome, como siempre. Por eso agendé el teléfono desconocido con un signo de interrogación. 
La llamada se cortó. 
Me comunicaría a la mañana siguiente.
Recuerdo que dije "sabe que lo necesito más cerca que nunca y aparece", "sería el único que llegado el caso podría ponerle los puntos a Claudio". 
Claudio llegaría a Buenos Aires en dos días. Se avecinaban tiempos difíciles, él no estaba nada bien de salud, y yo había decidido ayudarlo una vez más.

¿Por qué justamente vos, mi sol, mi hermano, mi alma par? ¿Qué te pasó, brothercito? ¿Por qué no me llamaste? ¿Por qué transitaste todo ese proceso solo?

Hoy sé por Caro, una de tus novias, que fueron dos meses tremendamente difíciles, pero que sin embargo el sábado anterior a tu decisión tan definitiva, te levantaste de la cama y fuiste al "Mateo" a cantar, con la misma energía que habías irradiado siempre.
Me es imposible no pensarte cada vez que escucho "Si no te hubieras ido", porque si no te hubieras ido, sería tan feliz...

3 comentarios:

Mario Gómez dijo...

Ay, pues de esto prefiero no decir mucho, solo que me emocionó, sinceramente. Ese desteñirse los colores lo resume todo.

TORO SALVAJE dijo...

Esas preguntas no tienen respuesta.
Duele. Sigue doliendo.

Besos.

TORO SALVAJE dijo...

La casualidad es un disfraz del destino.

Besos.

 
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