29 de enero de 2015

Encuentros, Borges (parte XXXI)

Ya hacía varios años que conocía a mi padre y que aún, a pesar de haber culminado con el proyecto de las Obras Completas, nos seguíamos frecuentando.
Una tarde lo cité en la confitería "D' accord", en la calle Carlos Pellegrini, a metros de su casa.
Siempre de pequeña me llevaba allí. Sabía que se sentía muy cómodo en ese lugar. Aceptó sin mayores preguntas.
Decidí hablarle con el alma en la mano. Le conté que no podía decirle exactamente porqué me tocaba a mí este rol, pero que la confianza que habíamos adquirido y su amabilidad de siempre para conmigo hacían que me atreviese a hablarle.

-¿Recuerda mis viajes a Luján?

Inmediatamente me respondió que sí. Que nunca había olvidado aquella conversación.

-A ver a su amiga María Gracia - agregó.

Exacto, le respondí. A ver a ella y a su niño del que quise ser madrina.

-Recuerdo perfectamente aquella tarde en casa de Borges y las coincidencias - me dijo.
-Yo también noté que usted fue consciente de ellas, pero no me quise inmiscuir en su privacidad, ya que no teníamos la familiaridad para que lo hiciese.
Yo había estado con María Gracia el día anterior y ella me había confesado toda su verdad: una separación, un embarazo, una huida, un casamiento arreglado por sus padres ante la deshonra.
-Lo sé - me respondió
Por eso me atreví sin meditarlo demasiado, a ir a Luján a cerciorarme de ello...
No lo hice en buenos términos. Cometí una torpeza.
Solo quería ver al niño, saber que sentía al tenerlo delante mío, y contraté una gente para que se encargue de retirarlo de la escuela donde iba.
Todo salió muy mal. Fue un escándalo, y no pude lograr siquiera mi intención. Yo no quería robárselo, afirmó.
Tampoco me atreví a hablar con ella. 
Yo tengo una familia armada, sé que mi mujer no lo aceptaría, ni me perdonaría algo así.
-Pero, Jorge. Si usted tiene la seguridad de que es su hijo debe hacerlo. 
Ese derecho no se lo roba nadie, y su esposa tiene que aprender a convivir con esa realidad, que por otra parte corresponde a una historia anterior a la de ustedes.
-No crea que es tan fácil.
-¿Y desde entonces, no lo ha vuelto a intentar?, ¿no volvió más a Luján?
-Voy todos los miércoles. Lo miro desde lejos. Lo veo crecer. Nunca me acerqué a él - dijo con la voz quebrada.
-Eso es un tremendo error, no me pregunte porqué, pero sé que sufrirán todas las partes involucradas, y será irremediable.
Jorgito merece saber quién es su papá y llevar su verdadero apellido.
Le han negado su identidad...
-Es muy segura cuando habla. Parece tener muchas certezas.
-Las tengo. No puedo decirle más.
Ya nos hemos revelado nuestras verdades. No le queda más que actuar con la misma valentía que su personalidad transmite.
-Gracias - me dijo.

Supe que lo había convencido. Ahora debía dejarlo obrar a él.

-Si requiere de mi ayuda, no dude de ello. Cuente conmigo.
-Lo haré.

Nos despedimos con un fuerte abrazo.
Fue el primero que recibí de mi padre en mucho tiempo.
No pude evitar llamar a Borges apenas terminado el encuentro. Merecía ser el primero en estar al tanto.
Me citó inmediatamente. Para ese entonces ya vivía con María y era extremadamente feliz.
Sentía que se iban acabando mis misiones a cumplir, en un tramo del tiempo que no era el mío.

3 comentarios:

Mario Gómez dijo...

¡Me parece tan difícil esta misión! Más que nada porque quien propone a Salcedo ese cambio está muy involucrada en el asunto y Salcedo no lo sabe. Como en las grandes narraciones, la tragedia camina silenciosa por debajo de la trama.

Mª Jesús Muñoz dijo...

En tu historia nos muestras, que cada cual venimos con una misión determinada(ayudar a los demás) y a veces el corazón nos lleva por caminos, que ignoramos, pero que tienen su sentido y su lógica interna...Tu nos lo muestras con claridad y profundidad, amiga.
Mi felicitación y mi abrazo grande por tus relatos genuinos y envolventes.
M.Jesús

TORO SALVAJE dijo...

Tantas misiones van a acabar contigo.

Besos.

 
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