30 de diciembre de 2014

Encuentros, Borges (parte XXII)

Lo tuve a mi lado todo el almuerzo. Me contaba del colegio, del fútbol. Ya era de Boca.
No parecía sentirse mal con sus abuelos, pero no era lo normal...
Con los años yo misma sabría que lo afectaría, y mucho.
Su madre, o él mismo quizás, tuvieron la certeza de que no tenían derecho a reclamar nada.
Recién supo que Luigi no era su verdadero padre a los dieciocho años. Sin embargo, siempre le tuvo un gran afecto.
Me supo contar que las maestras en la escuela le decían que era igual a su papá, y el suyo era rubio y de ojos verdes. Él no entendía entonces, el porqué del comentario.
Todo Luján sabía la verdad, menos él. Eso fue lo que no le perdonó a su madre. No haberle dado la oportunidad de elegir.
A los veintidós años, con mi padre ya muerto, no se atrevió a buscar más que a Antonio, nuestro tío, el que varios años más tarde nos presentaría.
Me invitó a su pieza, había una colección de motitos y muchos discos e instrumentos musicales. Ya era lo que sería. La música fue su vida.
No sabía que podría hacer por él.
No podía abrazarlo y rogarle que la peleara hasta el final, que nunca claudicara, que estuviéramos siempre muy cerca, y que confiase que de todo hay una salida.
No, no podía.
Era una criatura de cuatro años, con la que solo habíamos simpatizado.
María Gracia estaba sorprendida. En un momento se acercó y me dijo que nos encontraba parecidos.
Me pareció muy perspicaz de su parte.
Yo era verdaderamente el rostro de mi papá. No sé cómo él mismo no había hecho un comentario.
Y Jorgito de grande sería su calco.
La tarde fue amena. 
Tomamos cantidad de fotos tanto de la casa, como de la familia, y yo aproveché para sacarme muchas con Jorgito, que sabía fehacientemente se velarían al ser reveladas. Ya me había ocurrido con las que sacaba con mi padre o con Borges. Solo las podíamos ver cuando transitábamos el año setenta...
Había estado hacía solo dos días charlando con él en su placa, que ni siquiera lleva su verdadero nombre.. Había dejado todo en sus manos...
¿Qué oportunidad era ésta que yo transitaba, que me permitía reencontrarme con mi madre antes de que yo nazca, con mi abuela, con mi padre, con mi hermano del alma y el maestro?
¿Podría de verdad alguna vez volver a mi presente y olvidar?
Ya de regreso, en el coche, Borges esperó a que yo iniciase la conversación.
Sabía que el día me había movilizado más que otros, y escuchó cuando María Gracia habló de los parecidos.

-Raro que su padre no haya reparado en lo mismo ¿Verdad?
No lo había pensado hasta que ella lo mencionó...
-Por un lado estoy radiante, feliz de haberme llenado de abrazos y besos de mi hermano, y por el otro, siento lo mismo que experimenté cuando salimos de la casa de los Salcedo la otra noche.
¿Qué otra oportunidad puede traerme nuevamente para aquí?
Con ella ya nos despedimos...
-Ahí radicará su inteligencia.
Ella es una mujer que está muy sola, muy lastimada. No creo que pudiera rechazar una amiga.
Quizás se sentirá útil de que le vaya contando los pormenores del libro. No dudo que sería así.
Hágase amiga de María Gracia.
Venga a visitarla cada tanto.
Concuerden para pasear por la capital, no dudo que la añora. Una de las primeras cosas que nos mencionó fue que había nacido acá, pero que había vivido mucho tiempo en la ciudad.
Pueden compartir teatros, cines, y de paso no pierde el contacto con el niño, y la va convenciendo de acercarse a Salcedo.
Esta mujer le debe perder el miedo.
Salcedo debe hacerse cargo de su hijo, si es que de veras lo es. Y ahí creo que llegaremos a otro final.
-Maestro, usted es brillante.
-Usted, también lo es. Pero a veces hay que soltarse e invadir terrenos desconocidos.
Por otra parte le estaría haciendo un favor a su padre. Él quiso secuestrar a ese chico. Él quiere asumir su paternidad.
-¿Y tiene otra idea para la casa de los Salcedo?
-Esa será su casa en un mes - río.
-Ya sabe que me refiero al encuentro con mi nona. ¿Qué me puede unir a ella?
-Déjemelo pensar. Quizás debamos lograr muchas invitaciones más a cenar a esa casa.
Ahora, si lo que usted quiere es un vínculo cotidiano, lo veo más complicado.
Salvo que haga como cuando jóvenes, e intente varias "pasaditas" por la puerta de Arenales, hasta que la halle repentinamente.
Ahí dependerá del carisma que haya entre ambas.
No dudo que lo habrá si han sido tan unidas en los años que compartieron.

-Ella sí fue una mujer sencilla. No creo que pueda entusiasmarla con eventos sociales.
Sí recuerdo que era muy católica. Quizás podríamos compartir la misa de la Iglesia del Socorro. No faltaba nunca.
-Ve. Ahí tiene.
-Yo debería mudarme a esta zona, y ser vecina de ustedes.
-No, usted está muy bien en Palermo. Esto con los años, y usted lo sabe, se convertirá en un caos.
Su barrio conservará el pasado en su fisonomía.
-Borges, ¿por dónde seguimos? - pregunté algo angustiada.
-Por lo pronto reuniéndonos con Salcedo mañana a la hora del té, a continuar con la selección y a empezar con algunos ensayos.
-Me resta un mes para nacer - acoté. Tengo miedo que ese sea el límite de mi tiempo.
-Yo también lo tengo. Sabe que la aprecio.
Hace dos semanas que la conozco y me parece toda una vida.
¡Ah! Quería invitarla a una de esas clases donde usted dice que yo soy generoso con mis alumnos.
-Encantada, maestro. No me había atrevido a pedírselo. No quiero invadir todos sus espacios.
-Si me molestara se lo diría.
Quiero también que vayamos a casa de Victoria. No puede perder la oportunidad de conocer a esa mujer.
-La casa la conocí en 2011. Era la presentación del libro de un amigo. Después he vuelto un par de veces a tomar el té.
-Ahora tomará el té, pero con ella presente.
-¿Bioy y Silvina estarán?
-No, a ellos los visitaremos un día cualquiera en el departamento de la calle Posadas, y coordinaremos un viaje a Mar del Plata donde están esas casas que usted tan bien sabe qué fin tuvieron.
¿Sigue confiando en el libro "Buenos Aires"?
-Por supuesto que sí.

En mi interior pensaba por qué jamás había salido a la luz. Tengo la colección completa de su obra, y nunca editó nada que siquiera se refiriese a la intención que teníamos recorriendo los alrededores de Buenos Aires.
Quizás se trató de las fotos veladas. 
El misterio no lo resolví nunca...
Estaba segura que el día del nacimiento del hijo de Salcedo, sería un antes y un después.
Imperaba una charla con el padre del Santísimo Sacramento.
Nos despedimos hasta el día siguiente. Antes de que me bajase del auto me dijo: a mitad del trayecto volvimos a su tiempo, aprendo a experimentarlo. Ya no me aturdí, pero tampoco me siento cómodo, es una vibración distinta.
Me alegro de depositarla en su casa sana y salva. Hasta mañana, la espero para la hora del té.

2 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Que atento era eh...

Mario Gómez dijo...

¿puedo ser otra vez algo autoreferencial? Me parece muy reconocible ese encontrarse con alguien o demasiado pronto o demasiado tarde, como con ese niño de cuatro años al que se le quiere acompañar pero todavía es imposible. Lo mio es, en general, lo contrario, siempre demasiado tarde.
Me encanta la intercalación de frases cortas, tipo: "la música fue su vida" que definen sin necesidad de más.
El anuncio del encuentro con Bioy y Silvina me entusiasmó.

 
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