18 de diciembre de 2014

Borges, encuentros (parte XVIII)

Al día siguiente no nos vimos.
El  maestro por la mañana daba clases en la facultad y mi padre grababa todo el día.
Aproveché para ordenarme.
¿Qué quería a partir de ahora?
El nacimiento me tenía preocupada. Sentía que solo me quedaba ese tiempo para actuar.
Caminé mucho la ciudad.
Efectivamente era el  año 2014.
Llamé a casa del maestro y me atendieron los dueños actuales.
Sentí temor.
¿Nosotros habíamos desplazado el día, pero si continuaba ocurriendo?
Tomé un colectivo, llegué hasta la Iglesia del Santísimo Sacramento y pedí hablar con el Padre.
Me recibió luego de hacerme esperar una buena cantidad de tiempo.
Primero me confesé. Debí admitir que había continuado con "el juego", como él me advirtió no hiciese. Pero con justas causas.
Le conté de mi padre. De los días de ensayo para el libro. De María Gracia. De Luján.
Y por sobre todo de mi nacimiento que sería en un mes y que me tenía extremadamente preocupada.
-¿Podía haber dos identidades transitando el mismo plano? - le pregunté.
-Si hay una justa causa como usted acaba de decir, o si mucho lo desea, sí.
¿No se le ha ocurrido evitar la separación de sus padres?, ¿o buscar la ocasión de conocer a su hermano de pequeño?
-Por supuesto que sí. Me gustaría que María Gracia lo críe ella misma, y evite tan irreparable final.
Yo misma me acercaría a él mucho antes. No esperaría hasta los veintinueve años, que fue la edad en que nos presentaron.
Borges dice que esta oportunidad me ha sido dada, porque tengo una misión que cumplir.
Yo pienso por otra parte, que tengo cuarenta y tres años, que es el año 2014, y lo que viví ya no puedo cambiarlo.
Mi padre y Borges están muertos, y lo que yo estoy teniendo es una ocasión milagrosa de disfrutarlos como no pude hacer en la vida que transito.
-No me contestó si no evitaría la separación de sus padres...
-Quizás sí, no lo sé...
Padre, iré al cementerio. Mi hermano está enterrado en Luján. Me hará bien ver esa placa y charlar con él un rato.
Nos despedimos. Me deseo suerte.
La ciudad iba a otra velocidad. Tomé un taxi a Plaza Italia y de ahí el 57 a Luján.
Al llegar allá busqué una remisería, después de comprar las velitas de San Jorge que siempre le dejo encendidas.
Me costó encontrar la placa.
Por un momento creí que no estaba. Que no había muerto. Que todo había sido una pesadilla que jamás había vivido en la realidad.
Sin embargo la hallé. Me arrodillé. Lloré. Besé su nombre.
Estaba muy cansada. Yo no me daba cuenta pero el paso del tiempo por sobre mí no era en vano. Había días que yo estaba más agotada que mi padre con su obra y su teleteatro, o que el mismo Borges con sus años.
Debía cuidarme.
Le pedí a mi hermano que me guiase, que me cuidara él, si desde donde estaba me veía.
Cuando llegué a casa, luego de un largo viaje y para mi asombro, tenía un mensaje del maestro, me invitaba a desayunar al Hotel Plaza al día siguiente. Tenía una sorpresa para darme. ¿Qué habría experimentado al grabar su voz en un contestador?
Me levanté nerviosa. Imaginé que estábamos en su tiempo, pero no lo lograba corroborar antes de salir de casa.
Lo llamé. Me respondió Fani. Nos saludamos. Ahí constaté que sí.
La sorpresa era que había recibido un llamado de María Gracia, para que continuásemos con las fotos.
Nada más y nada menos.
Sabía que él le había dejado su teléfono, pero jamás pensé que ella se comunicaría.
La llamamos apenas terminamos con el desayuno, y después de conversar sobre lo que había hecho el día anterior.

-¿Cuándo quiere volver a Luján?
-Cuando usted me diga, maestro.
-No debemos dejar pasar la oportunidad de fotografiar la casa de los padres de ella.
-Y sobre todo a las personas, como usted le aclaró.
-Supongo que si llamó es porque está de acuerdo. ¿Cree que nos mostrará al niño? No tendría porque no hacerlo...

4 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Noto que el encuentro con Borges se ha convertido en algo no principal de la trama, en el recurso de la protagonista para enfrentar su pasado.
Y tal vez para tratar de cambiarlo.

Mario Gómez dijo...

Comparto la decepción de comprobar que estamos en el 2014 y no antes, la duda de si se podrá cambiar cosas de atrás y la forma de caminar mucho la ciudad. Me encanta también las dudas, las vacilaciones, el no saber seguro, las sorpresas, las intuiciones, la fragilidad que transmiten estos viajes en el tiempo.

TORO SALVAJE dijo...

Yo tengo cinco identidades o más transitando en mi plano interior...

Todo es posible.

Besoss.

Mª Jesús Muñoz dijo...

Rochis, increible ese entramado...Donde vuelves sobre lo vivido e incluso puedes cambiarlo y darle una nueva oportunidad de ser...Mi felicitación y mi abrazo siempre, amiga.
M.Jesús

 
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