29 de noviembre de 2014

Encuentros, Borges (parte XI)

Pasamos toda la tarde hablando. Le conté mejor de mi internación, de lo que me tocó pasar después, y de los dos años más felices de mi vida en mucho tiempo: los años cursando la carrera de Letras.
Él me insistía en que yo podía retomar si tanto lo deseaba. Y yo le contaba del intento fallido del último año, en otro lugar, de donde nunca me sentí formar parte.

-¿Es apegada a los lugares, verdad?
-Sí, maestro. Ojalá no lo fuera tanto. Quizás viviría más liviana.
Sigo extrañando rutinas, lugares, gentes, situaciones vividas, que ya son del pasado.
-¿Ha pensado en lo fuerte que resulta ver a su padre vivo?
-Sí, por supuesto. No sé cuál será mi reacción, pero espero evitar emocionarme. No sería coherente.
Yo seré una simple amanuense.
-La amanuense de Jorge Luis Borges.
-¡Nada más y nada menos! - le respondí.

El timbre sonó. Yo temblaba entera. Ignoraba si iba a poder disimular.
Fani abrió la puerta, lo llevó a la sala de estar y él inmediatamente se dirigió a Borges. Le expresó toda su admiración y luego se acomodó cerca de ambos, no sin presentarse: Salcedo, me dijo.
No supe como haría para preguntarle sobre mi mayor incógnita. Lo dejaría en manos del maestro.

-Dijo que vamos a ser vecinos. ¿Anda buscando mudarse por la zona?

Me estremeció que lo hiciese tan pronto.

-Sí, efectivamente. Al fin voy a ser padre. Mi hijo nacerá en Octubre, y con mi esposa queremos estar mudados.
-¿Es su primer hijo?
-Sí, el sueño de mi vida. Pensaba que no iba a hacerse realidad...

Mucho más que eso no podía preguntársele. Me sentí desahuciada.

-¿Estuvo casado sin embargo antes? - el maestro insistía.
-Sí, con la actriz Julia Sandoval, pero nos separamos antes de siquiera programarlo.

Ni una palabra de María Gracia, de Luján, de Jorgito.
Si tenía tantos deseos de ser padre, cómo había negado una paternidad...
Lo que yo siempre había pensado, e incluso charlado con María Gracia en tantos encuentros posteriores a la muerte de Jorge. El nacimiento de mi hermano había ocurrido en el sesenta y seis. Él aún no estaba casado con mi madre. No había motivo por el que ocultarlo.

-Bueno, pues entonces me alegro mucho de que su sueño se haga realidad. ¿Octubre me dijo? Lo tendré en cuenta para felicitarlo. No dudo que todas las revistas del ambiente se encargarán del tema. No lo olvidaré.
Bueno, Salcedo, le he elogiado telefónicamente su voz, y es ese el motivo de mi llamado. La editorial está preparando las Obras Completas en un solo tomo. Proyectan la presentación en el Teatro San Martín. Me gustaría contar con usted para la lectura de los poemas, y si no le resultase inconveniente, ya que dice haber leído todo, que me ayude con la selección.
-Será un honor. Ya mismo le digo que sí.
Espero que no coincida con ninguna de las giras. Tengo una obra en cartel. Y empiezo a filmar "Amalio Reyes, un hombre".
-No se preocupe, lo coordinaremos.

Inmediatamente mi padre comenzó a recitar "1964". No pude evitar las lágrimas. Era mi poema favorito.
Borges ya lo sabía. Sabía incluso todo lo que me había ocurrido con ese poema a lo largo de mi vida, y que lo había aprendido de memoria a los seis años.

-Mi secretaria se emociona porque es su poema preferido.
-Es también el mío. No hay nada que no aprecie de su obra, pero ese es especial.
-Irá en la lista. No lo duden. En honor a ustedes. Para mí es muy triste, pero lo estaba cuando lo escribí.
Bueno, es mi estado natural. No tengo nunca una visión demasiado feliz de la vida, sobre todo desde mi ceguera.
He perdido los atardeceres, los arrabales del Sur, los rostros de las mujeres que amé.
-No los ha perdido, Borges. Restan en la memoria como tesoros. Es miedo a perderlos lo que tiene - le dijo mi padre.
-¿Tan seguro está de lo que dice?
-Sí, Borges. Jamás he olvidado un rostro aunque no lo haya vuelto a ver. ¿Por qué usted olvidaría los suyos?
No he visto letras que describan mejor los colores de un ocaso, los barrios porteños...
-Gracias, Salcedo, pero el tiempo puede jugar malas pasadas. Perdí la vista en el cincuenta y cinco, justo cuando me nombraron director de la Biblioteca Nacional. Una verdadera ironía...
-Míreme a mí, mi vida ha cambiado por completo desde que conocí a mi mujer. Es muy joven, me ha regalado vida, y ahora un hijo pronto a nacer.
-Lo felicito nuevamente.
-No descarte que eso puede ocurrirle a usted, y con respecto a la selección de su obra empezamos ya mismo. La conozco muy bien. No será un trabajo arduo para mí. Será un honor y un placer.

Tenía a mi padre adelante. No había mencionado la existencia de un hijo previo a este último matrimonio. Es como siempre pensé. María Gracia no dice toda la verdad.
Lo único que siempre me hizo dudar es que mi propio tío me presentó a mi hermano en el año noventa y nueve. Y fue a través de él que supe la historia.
A ella la conocí dos años después de muerto Jorge, al otro día de saber que Claudio había partido para siempre...
Necesité estar en su casa y una amiga me acompañó.
No parece mentir. Es como si hubiera dos verdades...
Él no supo de ese hijo, o lo supo tarde, y ella ya casada le negó la paternidad.

-Dígame, Salcedo ¿cuándo podemos empezar? Hoy ha sido una charla informal para conocerlo, que me diga su opinión y saber si aceptaba mi propuesta, pero de aquí en más será todo trabajo.
-Ya le he dicho, mi amigo. No habrá inconveniente. Será un orgullo trabajar con ustedes.

Ahí pareció reparar en mí. Hasta el momento yo solo era una fiel testigo de la escena, mientras en mi cabeza se mezclaban, pasado, presente y futuro. Emociones.
Estaba frente a mi padre. Podría conocerlo mucho mejor como la adulta que era, y no la niña de seis años que lo vio irse para luego tener visitas condicionadas por un juez. 
Siempre sentí que no lo había disfrutado. Quizás este tiempo me permitiría hacerlo.
Siempre me dijeron que era el mejor amigo de todos sus amigos, y yo jamás lo viví. Jamás lo supe.

2 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Hoy me dan ganas de abrazarte.
Demasiadas emociones.

Mario Gómez dijo...

Preciosa la analogía entre lo de Borges, perdiendo los atardeceres, los arrabales, los rostros y lo de ella, añorando la presencia del otro Jorge y como las dos cosas se adunan y se recuperan en la memoria. Esto es tan emocionante como lo imaginé.

 
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