26 de noviembre de 2014

Encuentros, Borges (parte VIII)

-Mucho gusto, Salcedo. Usted se preguntará el motivo de mi llamado...
-Borges, sea por el motivo que fuere, es un honor para mí.
Apenas me advirtieron en el canal, no hallaba los minutos de cesar de grabar para poder telefonearlo. Usted me dirá. Yo solo puedo manifestarle mi gran admiración. He leído todos sus libros, al margen de que la vida aún no nos haya cruzado personalmente.
-Es muy gentil. Aunque le aconsejaría leer a otros. Son mucho mejores que yo.
-Pues le agradezco el consejo, pero no lo tomaré en consideración. Hace muchos años que sus cuentos y poemas me acompañan.
-Bueno, basta de cumplidos. Ahora yo iniciaré con los propios.
Sabe que soy ciego, y reparo mucho en las voces. Creo que la suya es especial.
Me gustaría encontrarlo, Salcedo, y charlar de esto personalmente.
-No tiene más que decirme cuándo y dónde. Sé que usted vive por la calle Maipú. No sé si prefiere su casa o la mía.
-¿Somos vecinos?
-Aún no, aunque estoy buscando por la zona. 
Mi mujer va a tener familia y queremos mudarnos a un departamento más grande. Por ahora estoy en Juncal y Anchorena.
-Entonces creo que si no le resulta mucho inconveniente, prefiero esperarlo en mi casa, la tarde que usted elija.
No es urgente. Pero tengo una propuesta para hacerle.
Eso sí, confírmemelo a mí o a mi ama de llaves Fani, porque mi amanuense debe estar presente para tomar nota.
-Mañana mismo, Borges.
En el canal grabamos todas las mañanas. Pero si usted prefiere el horario de la tarde, para mí mañana es perfecto. Páseme su dirección exacta.

Él y ella se despidieron. Esta vez con menos angustia. Iba adquiriendo más certezas. Y sabía fehacientemente que el día de mañana llegaría y no se quedaría perdida en un espacio del tiempo.
De todos modos al salir, pasó por la iglesia y pidió hablar con el párroco del día anterior.
Regresó a casa caminando la ciudad. La esperaba un día muy movilizante. Quería irse a dormir temprano y pensar en lo poco o mucho que podría hablar con su padre. Él no debía sospechar ni por un momento quién era ella.

3 comentarios:

Mario Gómez dijo...

Esto es, supongo, para intensificar la intriga, diferir el encuentro cuando todos lo esperamos, bueno, queda bien, ¿presenta usted un Borges humilde, que aconseja leer a otros? Por supuesto debió ser así. Y no se como de especial le sonó a Borges la voz de Salcedo, pero en este texto, sin ir más lejos, resuena perfectamente.

TORO SALVAJE dijo...

Como lo sepa le dará un patatús...

Raúl dijo...

Dejarte un abrazo después de tanto tiempo sin visitarte, a eso, especialmente, he venido.

 
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