26 de julio de 2013

Ciudad

Una ciudad sin sol que impera. El bosque entremedio del bullicio, y la velocidad de los transeúntes que impiden el reparo. La luna ya no está, cuesta verla; las flores se esconden hasta la próxima estación. Sin embargo, el verde irrumpe y nos cobija: luces y sombras; ruido y silencio.
No es fácil abstraerse; cada día la cuesta es más arriba, aunque la vía de escape seamos nosotros mismos y las respuestas estén sólo dentro nuestro.
Miro a través de esta ventana, de este encierro que es paz y escozores, que es tierra y asfalto, que es lágrima y sonrisa, que es armonía y deleite. Que es verme y verte.

5 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Vivir en el conurbano tiene sus ventajas, suele haber verde.

Mario Gómez dijo...

Yo también conozco la extraña realidad de una especie de bosque en medio de la ciudad, y esa sensación de una sombra que parece le cobija a uno sólo, entre tanto caos de gente y ruido. Aunque acá el sol impera sin piedad, ahora, anhelando entre otras cosas ya el otoño y sus verdes. Mientras, tus escritos ejercen de oasis.

Cecy dijo...

No sera nada fácil abstraerse, pero aprender andar por la cal y arena, es el bosque que tenemos que encontrar para sentir un poco de paz.

Abrazo Nena:)


Humberto Dib dijo...

Vengo siguiendo los escritos de Bosques, éste me toca personalmente.
Un abrazo.
HD

Javier F. Noya dijo...

como se decía en el mayo francés: debajo del asfalto, la playa.
Será el bosque, la fronda de nuestros reverdeceres tal vez. Besos.

 
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