23 de enero de 2013

Mario Levrero


Hoy el día, es de él. Ineludible.
Bajo el gobierno de Urano y Saturno, hace setenta y tres años, nació un señor que yo iba a querer mucho, conocerlo otro tanto, aunque seguramente no nos hayamos cruzado nunca. Y si digo seguramente y no lo afirmo es porque vivió también en Buenos Aires y quién podría discutirlo.  
Acaso no son a veces nuestros escritores nuestros mejores amigos... 
Habitó Colonia y sus tiempos, Montevideo, y creo que no era muy devoto de los aviones. Tenía un tema con las palomas, la tecnología, con las horas sin dormir y los espacios, lo vacío o lleno de sus discursos; el vínculo entre una buena caligrafía y un supuesto orden psicológico. Siento que siempre buscó la paz. Ignoro si alguien le dijo que vino a regalarnos tatos momentos de buena literatura. Cuántos lo consideraron luminoso. Cuánto nos regaló en su primera persona. Cuánto nos hizo reír su detective.
Hace muy poco la causalidad, la amistad, hicieron que supiese que su casa de Colonia era hoy Posada y tardé en llegar lo que el barco y las seis o nueve habitaciones disponibles lo permitieron. 
He charlado con sus vecinos, sus casi biógrafos, y mucho antes, abrazado fuerte a su hijo -al de siempre-, y al del corazón; recorrido infinidad de estanterías buscando sus huellas; preguntado siempre por él desde que nos conocemos: desde el año 2010.
Fue por ahí, por un rincón de Tristán que nos cruzamos. Quedan pocas páginas por encontrar. Mucho por releer. Algunos consideran que eso es un lujo a celebrar.
Cómo un Larga vida a Onetti terminó siendo Levrero Luminoso, con los ojos llenos de lágrimas de Marcial. 
El jueves próximo, un juego propuso la página cincuenta y tres del libro en el que estemos sumergidos y a pesar de La Eneida, mi verdad tiene que ver con El alma de Gardel, y que en paz descanse...
Sé que me enamoré sin retorno desde Dejen todo en mis manos y que también supe esa tarde montevideana, con mi ventana que miraba al Solís, que sería para siempre. 
Aún escucho tus palabras: "y eso que no has descubierto La máquina de pensar en Gladys", y entonces me traslado a Luján, a un 57 para charlar un ratito con vos, Jorgito, y entro en El Sótano para saber mucho tiempo después que ese había sido tu hallazgo y tu enojo, Nico. Aunque en aquellos primeros cafés de La Paz recuerdo que dijiste inmediatamente Gelatina.
Hoy es su día. 

9 comentarios:

Marcelo dijo...


Bello! Bello Levrero, y bello tu recuerdo!

Neogéminis dijo...

Hay quienes dejan huella singular a cada paso...
Lindo homenaje.

Mario Gómez dijo...

Me uno a la celebración, como no, a ese abrazo al tocayo al que parece que leí desde siempre pero no, fue como quien dice ayer que El lugar llegó a mis manos (por tu culpa) y desde entonces no me abandona. Escritura ciertamente luminosa, clara, propicia a emociones laberínticas, a preguntas necesarias. ¡Que hermosa suerte la suya de poder acariciar sus huellas!

ojo vidrioso dijo...

Peatonal Sarandí y Policía Vieja?

Posada Levrero dijo...

Hola Rossina, perdón por no contestar antes, no hicimos ningún evento, solo festejamos el cumple del maestro con nuestro grupo familiar.-

Natàlia Tàrraco dijo...

!Qué maravilla las casualidades!
El poso de la gente nos siembra y nos ilumina. Besito.

Nicolas dijo...


Muy bueno Clarisa/Rossina!!!
Uf... mi memoria para esos detalles es muy limitada. Podés hablar del encuentro levreriano en Mvd que sí existió, y que yo me perdí.
Dale un abrazo a Lisarda!!
Yo me voy a Uruguay en unos días a desconectarrrrrrrrr de todo y de todos.
Besoooooo

Javier F. Noya dijo...

Maravilloso homenaje. Brilla para el hombre brilla te. Besos

Lisarda dijo...

Hermosa semblanza de un escritor tan luminoso y a la vez secreto.Su literatura nos va a seguir acompañando y va a conquistar nuevos lectores, como parte de una iniciación ineludible.Como los clásicos, están ahí, pero invisibles; el azar, uno mismo, o alguien nos propicia su lectura, esa amistosa frecuentación que nos lleva, como diría Rossina, a fatigar estantes de uno y otro lado del charco.

Y ya que nombramos a Rossina,creo que no sería injusto rebautizarla como la máquina de pensar en Levrero.

 
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